jueves, 8 de enero de 2009

REAVIVAMIENTO

REAVIVAMIENTO

RECORDAR ES VOLVER A VIVIR


Introducción

-Los mensajes a las siete iglesias de Apocalipsis tienen una aplicación histórica, pero

también una dimensión individual y de carácter local.

El mensaje que estudiaremos en esta ocasión, es el primero de la serie.

-Éfeso: Esta ciudad era, en los días apostólicos, una capital comercial famosa. Era

conocida también por su lealtad a Roma (al imperio) y, además, era un popular

centro religioso en el cual el culto a Artemisa (diosa de la fertilidad) era prioritario y

notorio. A pesar de ello, "curiosamente", el evangelio había sido bien recibido en

ese lugar.


Cristo se identifica

-Leer Ap. 2:1

-Cristo se presenta ante esta iglesia como aquél que "tiene en su mano" a la iglesia,

y como aquél que "anda" en medio de su pueblo.

-Cuando buscamos el significado de estas dos frases, a la luz de otros pasajes

bíblicos, encontramos que esta descripción del Señor nos habla de su cuidado y de

su condescendencia divina, de su deseo de relacionarse con su iglesia y velar por

su destino (léase Jn. 10:28).


El mensaje de Cristo

- "Yo conozco tus obras" (Leer Ap. 2:2)

-"Tu arduo trabajo" (léase Rom. 16:12; 1 Cor. 15:10)

-"Tu paciencia". La palabra paciencia significa, más bien, perseverancia o

persistencia.

-"No soportas a los malos" (leer Mateo 7:15 y Hechos 20:29)

-"Pruebas a los que dicen ser apóstoles"

-Todas estas características, como puede verse claramente, son de carácter positivo.

Sin embargo, Cristo tiene algo más que decir. Notemos: (Leer Ap. 2:4)

-El espíritu de profecía comenta al respecto:

Al principio la iglesia de Éfeso se distinguía por su sencillez y fervor. Los

creyentes trataban seriamente de obedecer cada palabra de Dios y sus vida

revelaban un firme y sincero amor a Cristo. Llenos de amor para con su

redentor, su más alto propósito era ganar almas para -Cristo (HAp 462).

-En efecto, los miembros de la iglesia estaban unidos en sentimiento y acción. El

amor a Cristo era la cadena de oro que los unía. Progresaban en un conocimiento

del Señor cada vez más perfecto, y en sus vidas se revelaba el gozo y la paz de

Cristo. Visitaban a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y se guardaban sin

mancha del mundo, pues comprendían que de no hacerlo, estarían contradiciendo

su profesión y negando a su Redentor.

-Pero, lamentablemente, todo eso fue lo que olvidaron. Y no era que se hubieran ocupado en cosas innecesarias o negativas, sino que se olvidaron de lo más importante: la manera maravillosa en la que habían recibido la verdad.

-En suma, su énfasis se avocó sólo a las doctrinas y a cumplirlas estrictamente.

-Al respecto Cristo dijo en otra ocasión: (Leer Mat. 23:23).


La solución de Cristo

-Recuerda (leer Hebreos 10:32).

-Hay dos clases de recuerdos: positivos y negativos. De los puedes se aprende, pero debemos aprender a manejarlos.

-Ilustración: Los recuerdos que trae a tu mente una fotografía

-Arrepiéntete: Dolor por el pecado; ¡el pecado es separación de Dios!

-Haz las primeras obras: Es correcto y necesario enfrentar a los "Nicolaítas", pero lo más importante es el amor. ¡Recordar es volver a vivir!


Conclusión

-¿Cómo se encuentra tu experiencia cristiana? ¿Es tu vida y su énfasis lo que Dios desea que sean? ¿Hay alguien aquí desanimado? No lo olvidemos: ¡Recordar es volver a vivir!

MOISÉS / SANTUARIO

MOISÉS / SANTUARIO


EN PRESENCIA DE DIOS


Sin duda, una de las experiencias más dramáticas que registra la Biblia fue la que vivió Moisés, el famoso caudillo del antiguo pueblo de Israel, mientras conversaba directamente con Dios en la cumbre del monte Sinaí. Un mes y medio pasó el patriarca separado de su pueblo, en íntimo contacto con el supremo Creador del universo. Allí, Dios le comunicó las leyes y los estatutos que habrían de hacer de Israel un pueblo especial, escogido como ejemplo para las demás naciones.


Pero Moisés estaba sumamente preocupado por la suerte que correrían sus hermanos de raza, que eran rebeldes, duros de cabeza, y dados a la corrupción y a la idolatría; por lo tanto pidió a Dios que le revelara su camino y que se comprometiese a concederle su compañía durante todo el tiempo que él fuera el dirigente del pueblo de Israel. Y luego, se atrevió a formular una petición que ningún ser humano había hecho antes, diciendo: "Te ruego que me muestres tu gloria" (Exodo 33:18).


Si nos detenemos a considerar la situación, no podemos menos que simpatizar con Moisés y su pedido. Desde el día fatídico en que el pecado hizo una separación entre Dios y la raza humana, el hombre se ha sentido dolorosamente solo. Existe un inmenso vacío en su corazón intolerable. Ese vacío existencial, esa soledad cósmica que nos aflige, es capaz de destruirnos si no hallamos un antídoto eficaz contra su mortífero impacto.


Según su carácter y sus inclinaciones, los seres humanos tienen diversas maneras de ahogar los clamores del corazón que languidece lejos de Dios. Unos buscan el halago de los placeres, las aventuras románticas, el impacto del licor o las drogas lícitas e ilícitas. Otros se entregan en manera febril a los negocios, los viajes, la política, o las diversiones.


Pero los recursos humanos calman sólo momentáneamente el hambre del corazón, que no siempre se reconoce como hambre de Dios.


En el caso de Moisés, Dios no lo reprendió por su súplica, ni tampoco la consideró presuntuosa. Al contrario, le dijo bondadosamente lo siguiente: "Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y

tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente con el que seré clemente" (Exodo 33:19). Pero, además, el Señor dijo esto: "No podrás ver mi rostro, porque no me verá hombre, y vivirá" (versículo 20). Sin embargo, en su misericordia, Dios le permitió a Moisés tener una vislumbre de su gloria. Luego de pedirle que subiera nuevamente al monte, le dijo: "He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en la hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro" (versículos 21-23).


¡Cuán grande es la bondad de Dios para con sus hijos! La mano que trazó las rutas de los astros, y que formó el mundo con sus montañas, sus llanuras y sus mares, tomó a ese ser hecho del polvo de la tierra y lo protegió en la hendidura de una roca, mientras la gloria de Dios y toda su bondad pasaban delante de él. Con referencia al impacto que tuvo en Moisés esta revelación, dice una autora bien conocida: "Esta experiencia, y sobre todo la promesa de que la divina presencia le ayudaría, fueron para Moisés una garantía de éxito para la obra que tenía delante, y la consideró de mucho más valor que toda la sabiduría de Egipto, o que todas sus proezas como estadista o jefe militar. No hay poder terrenal, ni habilidad, ni ilustración que pueda sustituir la presencia permanente de Dios" (Patriarcas y profetas, pág. 339).


En algún momento futuro, Dios mismo viviría entre los hombres, para llenar con su amor y su poder maravillosos el vacío del alma sedienta de Dios. Pero antes de la llegada del Redentor a esta tierra, los seres humanos podrían gozar de la gracia y el perdón divinos a través de un completísimo sistema de cultos y ceremonias. De ese modo, el mundo entero podría prepararse para recibir al Salvador prometido.


El centro y blanco del culto de Israel era el Mesías prometido, cuya presencia, ministerio y sacrificio sellarían la promesa de salvación que Dios hizo a nuestros primeros padres cuando tuvieron que abandonar el hogar edénico. Tan importante era todo lo relacionado con el culto de Israel, que Dios no dejó ningún detalle librado a la preferencia humana. Las instrucciones que le dio a Moisés lo abarcan todo, desde las dimensiones y proporciones del edificio y su mobiliario, hasta las prendas de vestir que debía usar el sacerdote.


En esto hay una importante lección para nosotros, y es que el proceso de restaurar la relación armoniosa entre Dios y el pecador, no puede jamás originarse en la iniciativa ni en las capacidades humanas. Sólo la obediencia a las instrucciones divinas, vale decir, nuestra dependencia total e incondicional de la voluntad de Dios, puede ser aceptable como base de nuestra salvación.


En el santuario había dos cuartos separados por un cortinado. En el primero, llamado el Lugar Santo, el sacerdote oficiaba todos los días. En el segundo, o Lugar Santísimo, sólo el sumo sacerdote podía entrar, y esto, una sola vez al año. Los muebles no eran muchos. En el primer cuarto había sólo tres: una mesa con doce panes, un candelabro de siete brazos, y un hermoso altar de oro, en el cual todos los días se quemaba incienso. En el Lugar Santísimo había un solo mueble: un arca o caja de madera, completamente recubierta de oro, cuya tapa era también de oro puro. Sobre la tapa se erguían las figuras de dos ángeles de oro,

que enmarcaban el espacio central. Y en ese espacio central resplandecía la misteriosa luz de la gloria divina. Allí moraba Dios en medio de su pueblo.


El proceso de llegar a la presencia de Dios para obtener el perdón de nuestros pecados no es complicado. Dios se revela a nosotros en la grandeza de la sencillez. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, cada uno de nosotros tenemos acceso al trono de Dios. Jesús se nos presenta como el Camino, la Verdad y la Vida. El es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. El es nuestro Sacerdote que presenta su propia sangre para lavar nuestras culpas. No necesitamos elaborados rituales ni complejas y misteriosas liturgias. En tiempo de Israel, todo lo que hacía el pecador era traer un animal para sacrificarlo sobre el altar que estaba en el patio del santuario. Primero confesaba sus pecados, y luego la víctima era muerta. Todo lo demás quedaba en manos del sacerdote.


En nuestros días podemos reconciliarnos con Dios de manera aún más sencilla. No necesitamos sacrificar animales, pues ya vino la realidad que esos símbolos anunciaban. Como dice el apóstol San Pablo; "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos 4:14-16).


Cristo, el Salvador de la humanidad, juega un papel múltiple y central en la ejecución del plan divino para salvarnos. Es nuestro sacerdote y también el sacrificio por nuestros pecados. Cuando se presenta delante de Dios para abogar por nosotros, lo hace refiriéndose a su sangre bendita que derramó en la cruz. Son los méritos y la justicia de Cristo lo que le permite a Dios derramar su gracia perdonadora sobre el pecador arrepentido.


Cuando Moisés se encontró con Dios en el monte Sinaí, le pidió al Creador que le mostrase su gloria. En ese ruego se encerraba la necesidad más elemental de la raza humana. Moisés, sin saberlo, habló en nombre de todos nosotros cuando le dijo a Dios: "Te ruego que me muestres tu gloria". En otras palabras, "Señor, necesitamos tu presencia, tu gracia y misericordia. Sin ti estamos condenados a la muerte eterna. Muéstranos tu gloria, revélate a nosotros, no nos dejes nunca..." Y nuestro maravilloso Padre celestial le respondió a Moisés con amor infinito, diciendo: "He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña". Pero la respuesta más plena a la oración de Moisés se dilataría unos quince siglos hasta el nacimiento de Jesucristo en un humilde pesebre de Belén. Fue por medio de Cristo como se restableció la plena comunión con el cielo. Gracias a su ministerio, cualquier pecador puede llegar hasta el trono de la gracia y recibir el perdón. San Juan afirma que "la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (S. Juan 1:18). Y cuando Felipe le dijo a Jesús, "Muéstranos al Padre", el Señor le respondió: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (S. Juan 14:8, 9).


Cristo es la revelación perfecta del Padre celestial. Si te acercas a él, amigo lector, experimentarás el mismo privilegio de Moisés, que se encontró en un lugar seguro junto a Dios, sobre la peña. Cristo es la Peña, la Roca de los siglos, eterna e inmutable. El te dice hoy: "Al que a mí viene, no le echo fuera... Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que todo aquel que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna" (S. Juan 6:37, 40).

PODEMOS CREER EN SU VENIDA

PODEMOS CREER EN SU VENIDA


Después de años de malos tratos, Armando Valladares era sólo una sombra escuálida y lisiada de lo que había sido. Se lo sentenció a 30 años de prisión por el "crimen" de orar en una iglesia el día de Navidad. Lo sometieron a la tortura, la humillación y el hambre, pero nunca abandonó su fe.


Lo mantenía fiel la promesa que le había hecho a una joven que se llamaba Marta. Se conocieron y se enamoraron cuando él estaba preso. Ella se sentía atraída por la intensa fe de él. Poco después se casaron civilmente en el patio manchado de sangre de la cárcel. A Marta se la obligó a emigrar.


Esta separación fue muy triste, pero Armando se las ingenió para comunicarse con ella. En un pedazo de papel que encontró tirado por allí escribió: "Estaré contigo... Aunque las bayonetas estén en el horizonte o a mis espaldas, no me detendrán".


Armando había decidido que de alguna manera Marta y él formularían sus votos de esponsales ante Dios en una iglesia cristiana. Algún día esa unión sería completa. "Tú siempre estás conmigo" le dijo él.


La promesa que hizo Armando lo sostuvo a través de años de malos tratos que habrían destruido el espíritu de cualquier otro hombre. Y también sostuvo a Marta. Ella se dedicó a trabajar incansablemente para llamar la atención del público hacia la situación de su esposo. Nunca abandonó su esperanza.


Muchas veces nos sentimos tentados a cavilar acerca de la segunda venida de Cristo. ¿Descenderá del cielo realmente para encontrarse con nosotros? ¡Hace tanto tiempo que estamos separados! Un final tan glorioso para la larga y trágica historia de la tierra parece demasiado maravilloso para ser cierto.


Pero hay algo que nos sostiene firmes, algo que mantiene la esperanza viva en nuestros corazones. Se trata de una promesa. El que anhela ante todo disfrutar de una completa relación con su pueblo, prometió volver. Antes de despedirse de sus discípulos les dijo: "No se turbe vuestro corazón... (Juan 14:1-3).


La segunda venida de Jesús es una de las grandes enseñanzas de las Escrituras. Hablan de su regreso unas 2.500 veces. En efecto, mencionan más su segunda venida que la primera. El hecho de que Jesús volverá a esta tierra es tan cierto como que vivió aquí hace dos mil años. Por eso San Pablo pudo proclamar confiadamente que como Cristo "se dio a sí mismo por nosotros", podemos experimentar "la esperanza bienaventurada y la manifestación... de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tito 2:13).


Hace mucho que Dios prometió que vendría el Mesías, el Libertador, que tomaría sobre sí mismo nuestras iniquidades para ofrecer su generoso perdón por los pecados de la humanidad. Esa promesa le parecía inconcebible al mundo antiguo, que luchaba en medio de la oscuridad. Pero Jesús vino y murió en la cruz. La promesa desembocó en una realidad más gloriosa de la que habían imaginado los hebreos. Su promesa de volver a la tierra también se cumplirá. Podemos confiar en el que nos ama: volverá para llevarse a aquellos por los cuales pagó un precio infinito.


Desde el principio, Armando Valladares siguió enviando a Marta sus poemas, mensajes y dibujos. Ella publicó finalmente algunos de esos escritos. Su tenacidad atrajo la atención del mundo. Se le pidió al gobierno de su país que dejara en libertad a los presos que estaban en la cárcel por asuntos de conciencia. El presidente de Francia en ese entonces intervino personalmente, y en octubre de 1982 Armando Valladares descendió de un avión en París.


No creía que estaba libre ni aún después de bajar de la nave aérea. Pero entonces, después de veinte años de sufrimientos, nostalgias y esperas, Armando corrió para estrechar entre sus brazos a su amada Marta. Poco después la feliz pareja repitió sus votos en la iglesia de San Kieran de Miami. Por fin su unión era completa. Por fin se cumplió la promesa: "Estaré contigo".


¿Podemos imaginarnos qué maravillosa reunión habrá cuando finalmente podamos ver a Cristo cara a cara? Su gloriosa aparición hará desaparecer todos nuestros dolores y frustraciones, y eliminará el dolor de nuestros corazones. La venida de Jesús satisfará nuestros más profundos anhelos y nuestras más caras expectativas. Y entraremos en una unión íntima y eterna con el personaje más maravilloso del universo. ¡Jesús vendrá pronto! ¿Anhelamos encontrarnos con él?


¿Cómo vendrá Jesús? Hay quienes creen que el Salvador volverá en secreto. Pero él mismo dijo: "Ya os lo he dicho antes... (S. Mateo 24:25-27). ¡Cómo un relámpago capaz de alumbrar el mundo entero! Su venida no será un acontecimiento secreto.


El Cristo que aparecerá como Rey de reyes es el mismo que sanó a los enfermos, que abrió los ojos de los ciegos, que le habló amorosamente a la mujer sorprendida en adulterio, que enjugó las lágrimas de los afligidos y recibió a los niños en su regazo; es el mismo que murió en la cruz del Calvario, descansó en la tumba y resucitó al tercer día.


El apóstol San Juan declara: "He aquí que viene con las nubes: todo ojo lo verá" (Apocalipsis 1:7). Otro pasaje añade lo siguiente: "Entonces... (S. Mateo 24:30).


Todos los que estén vivos: justos e impíos, verán a Jesús cuando venga. Será, por lejos, muchísimo más espectacular que el descenso del hombre en la luna o la clausura de los Juegos Olímpicos que millones pudieron ver por televisión. La venida de Cristo superará totalmente cualquier otro evento ocurrido en la tierra.


Cuando nos enteramos de que Jesús viene pronto nos asalta una irresistible tentación: averiguar la fecha de su regreso. ¿Disponemos de esa información? ¿Dice algo la Escritura al respecto? Sí; lo siguiente en palabras del mismo Señor: "Pero del... (S. Mateo 24:36, 44).


No solamente no sabemos nada acerca de la fecha de su venida, sino que no debemos intentar fijarla. En el curso de la historia varios intentaron hacerlo sólo para su vergüenza y confusión. Cuando el Señor venga, todos verán y oirán su venida, pero muchísimos no estarán preparados. ¿Estamos nosotros preparados para recibirlo?


¿Qué hará Jesús cuando venga? Las Escrituras también responden esta importante pregunta. "Así también... (Hebreos 9:28).


Quiere decir que Jesús, entre otras cosas, traerá salvación a todos los que lo esperan. Hay otro pasaje que amplía este concepto: "Enviará a... (S. Mateo 24:31).


¿Quiénes serán los que los ángeles reunirán en esa ocasión? ¿Qué portentoso evento predicen las Escrituras para ese momento? "No os asombréis... (S. Juan

5:28, 29).


"El Señor mismo... (1 Tesalonicenses 4:16).


¿Qué ocurrirá con los redimidos cuando Jesús venga? San Pablo nos asegura que Jesús vendrá a buscar, no sólo a los justos muertos, sino a los justos vivos también. "Luego nosotros... (versículo 17).


"Os digo un misterio... (1Corintios 15:51-53).


Cristo nos preparará para la eternidad. Transformará nuestros cuerpos enfermos y llenos de las huellas del pecado en cuerpos hermosos e inmortales. No habrá más artritis, ni parálisis, ni cáncer. Los hospitales y las empresas funerarias desaparecerán.


¿Qué ocurrirá con los que habrán persistido en rechazar a Jesús? En realidad éstos se destruyen a sí mismos. Cuando vean ese rostro glorioso que vendrá desde el cielo hacia ellos, no podrán sobrellevar la carga de sus pecados y su indiferencia, y clamarán a las montañas y a las rocas: "Caed sobre... (Apocalipsis 6:16). Los impíos preferirán la muerte a la penetrante mirada de Jesús. Saben que esa voz de trueno es la misma que antes les imploraba tiernamente que aceptaran su divina gracia. Los que se afanaron tras el dinero, los placeres, o la fama, entonces se darán cuenta de que rechazaron lo único que tiene verdadero valor en la vida.


Armando Valladares le prometió a su novia que algún día se encontrarían y cumplió su promesa. Pero si analizamos fríamente la situación, nos damos cuenta que Armando de ninguna manera estaba en condiciones de cumplir lo que había prometido. Sin la intervención de Dios nada podría haber hecho. Pero Jesús es Dios; es el Todopoderoso. El prometió volver y a su debido tiempo cumplirá su promesa sin la menor duda.


¿Has descubierto tú la esperanza viviente que puede llenar tu corazón? Si aún no lo has hecho, invita ahora a Jesús para que dirija tu vida. La venida de Jesús resolverá todos los problemas del mundo, pero mientras tanto invítalo a entrar en tu corazón a fin de que puedas resolver los problemas de cada día.


¡Hazlo ahora mismo, sin tardar!

UNA VIDA CON PROPÓSITO

UNA VIDA CON PROPÓSITO



Si el descubrir el misterioso origen de la vida ha sido una empresa apasionante a través de las edades, para muchas personas constituye un desafío mayor comprender el sentido y el propósito de la vida. Tan compleja es la trama de la existencia, tan inesperados e inexplicables son los hechos que la forman, que ante ellos --las más de las veces-- quedamos confundidos.


¿Por qué de dos jóvenes que nacieron en una misma época y que se criaron en ambientes semejantes, uno llega a ser una persona de éxito y el otro un fracasado? ¿Por qué de dos parejas que constituyen su hogar en el mismo día y aparentemente con la misma posibilidad de ser felices, sólo una es dichosa, mientras que el segundo matrimonio termina en el fracaso? ¿Por qué a ciertos individuos todo les va bien y a otros, en cambio, todo les va de mal en peor? ¿Cuál es el secreto que algunos tienen para afrontar los problemas sin una sombra de amargura? En resumen, ¿qué es lo que determina el destino del ser humano? ¿Cómo puede el hombre o la mujer encontrar la seguridad y la confianza que necesita para afrontar victoriosamente las tormentas de la vida?


A su modo, el ser humano ha procurado explicar los profundos dilemas de la existencia. Por ejemplo, hay quienes consideran que cada individuo es el árbitro absoluto de su destino; que su éxito o fracaso depende exclusivamente de él. Esta es una verdad a medias; porque por importante que sea el papel del individuo para trazar el rumbo de su vida, hay que reconocer que todo aquel que quiera triunfar en la vida tendrá que depender, necesariamente, de quienes lo rodean.


Como miembros de la familia humana nos necesitamos los unos a los otros. Por más ambiciosa o esforzada que sea una persona, siempre surgirán en su camino algunos factores cuyo control está más allá de su capacidad o de su voluntad. Y esto que decimos no debe ser mal interpretado; sería una exageración considerar que el ser humano es como un títere de los demás o un muñeco manejado por los hilos de las circunstancias.


Lamentablemente existen aquellos que piensan que el hombre no es más que un peón en el gran tablero de la existencia; con tono fatalista proclaman que nada de lo que uno haga o deje de hacer podrá variar el destino que, según ellos, cada persona tiene prefijado. Semejante filosofía, en gran medida está detrás de todos los que dependen del horóscopo, creyendo supersticiosamente que los astros determinan el destino del ser humano. Pocas teorías o actitudes son más opuestas a la dignidad humana y a la fe cristiana que la de la predestinación. De ser cierta esta hipótesis, se llegaría al ridículo de considerar que en ningún caso el ladrón es responsable de su robo, ni el adúltero de su falta, ni el asesino de su crimen. ¿Cómo acusarlos, si es que estaban predestinados para ser lo que son?


La Sagrada Escritura tiene una respuesta mucho más satisfactoria al dilema de la existencia. En forma sencilla nos explica no sólo el origen, sino también el sentido y el propósito de la vida. A la luz de sus enseñanzas resulta muy claro que no somos fruto del acaso. No estamos en este mundo porque sí, a merced de fuerzas ciegas e incontrolables.


El ser humano fue creado por un Dios amante y todopoderoso. Como lo declara el relato del Génesis, el hombre fue hecho a semejanza de Dios y facultado con el noble atributo de escoger su destino. ¿Significa esto que somos los dueños y árbitros soberanos de nuestra vida? No. La grandeza del ser humano deriva del Dios que lo creó. Y tenemos el gran privilegio de depender de aquel que es el origen de la vida, el Creador y Sustentador de todas las cosas.


Cuando por la fe comprendemos que hemos sido creados por Dios, la gratitud y la humildad inundan el corazón. Desaparece la incertidumbre y reina la confianza. Y cuando hay confianza en Dios, entonces la vida es verdadera vida. Aunque sobrevengan pruebas y dificultades y el sufrimiento nos azote, no caeremos en la desesperación. Entonces podremos entender las siguientes palabras del apóstol San Pablo: "A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28). Notemos, todo ayuda para bien a los que aman a Dios. El cumplimiento de esta promesa requiere una sola condición: que amemos a Dios.


Nada acontece porque sí en la vida del cristiano. Su existencia no es una serie de marchas y contramarchas sin rumbo ni propósito. El Señor del universo, el mismo que dirige el derrotero de las naciones, también gobierna la vida de aquellos que confían en su infinita gracia y misericordia. Nada de lo que nos ocurre pasa inadvertido para él. Dijo el Señor Jesucristo: "¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos" (S. Lucas 12:6, 7). No debemos dudar, amigo mío, Dios nos ama; él cuida de nosotros; se interesa profundamente en nuestra vida.


La promesa de la Escritura es que para el que ama a Dios, todo redunda en su bienestar. No dice que al cristiano le irá bien en todas las cosas, sino que todas las cosas le ayudarán para bien. Podrá tener, como cualquier otra persona, pruebas y dificultades, y es lógico y hasta justo que así sea. Si la creencia en Dios constituyese un seguro de vida, o una salvaguardia infalible contra todo accidente, desgracia o enfermedad, con todo derecho se podría poner en tela de juicio la sinceridad del creyente. Antes que aceptar a Jesús como un acto de amor y de fe, podría hacerlo por las ventajas que le significaría. Dijo el apóstol San Pablo: "Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hechos 14:22).


No faltarán las pruebas para el seguidor de Cristo, amigo mío. Las tendrá, y serán muy duras algunas veces. Sin embargo, podrá sobrellevarlas con la seguridad de que todo lo que le ocurre es para bien; es para salvación de su alma, es para que al fin de todas las cosas pueda alcanzar el reino de Dios. Cuánta serenidad proporciona saber que cada circunstancia, por ínfima que parezca, cada prueba o desafío que se presente en nuestro camino, es parte de un todo; no se trata de un hecho accidental, sino que responde al eterno y amante propósito divino de salvarnos.


Como seres humanos, no podemos generalmente entender o explicar el porqué de las cosas; contemplamos los hechos a través de sombras, de las penas que afligen nuestra alma. Sin duda, José --el hijo de Jacob--, no entendió la providencia divina cuando fue vendido por sus hermanos y hecho esclavo en Egipto. Pero pasando los años, ya en la cumbre de su poder y siendo el instrumento providencial para que miles de personas --incluyendo su padre y sus hermanos-- no perecieran de hambre, él confesó que lo que había ocurrido en su vida había sido para bien (Génesis 50:20).


Dijo alguien: "Esas lágrimas que como colirio hacen brillar los ojos, purifican el corazón". Sí, Dios tiene propósitos de redención para la vida de cada uno de sus hijos. Y aunque no siempre podemos entender el porqué de las cosas, en virtud de la confianza en Dios debemos seguir adelante, con gozo y ánimo en nuestro corazón. Cuando pase la prueba, tal vez podamos hacer nuestra la siguiente confesión de un soldado: "Yo pedí fuerza para dominar, y fui hecho débil para obedecer; pedí salud para realizar grandes cosas, y me sobrevinieron pruebas para hacer cosas mejores; pedí riquezas para ser feliz, y fui hecho pobre para ser sabio; pedí poder para recibir la alabanza de los hombres, y fui humillado para sentir la necesidad de Dios; pedí todas las cosas para gozar de la vida, y se me dio la vida para gozar de las cosas. Aunque no tengo nada de lo que pedí, recibí todo lo que en verdad anhelaba. Soy un bendito. Mi oración fue respondida".


¡Cuán maravillosa es la experiencia de los que, en medio de las pruebas más difíciles, levantan los ojos al cielo confiados en la sabiduría y en la bondad divinas!


Confiemos en Dios; él tiene un plan de amor para cada uno de sus hijos. La divina ley de la compensación nos enseña que todo aquel que siembra con lágrimas, con regocijo segará. El término de la carrera del cristiano es victoria, es gozo, es gloria

incomparable. Se acerca el instante de la recompensa final para aquellos que han puesto su fe en el Señor Jesucristo. Serán herederos de una tierra nueva, en donde Dios "enjugará toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron" (Apocalipsis 21:4).


Ese es nuestro destino. Estamos llamados a pelear con valor la batalla de esta vida, a fin de alcanzar la vida eterna. Con esta visión en el alma recordemos cada día que "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien". Por lo tanto, la gran pregunta es la siguiente: ¿Amamos a Dios? ¿Nos hemos encontrado con aquel que entregó a su único Hijo por nuestra salvación? "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (S. Juan 3:16).


¿Crees en Jesús? ¿Ya le has dado tu corazón como una ofrenda de gratitud? ¿Has aprendido a depender de él como el gran Amigo y Consejero de tu alma?


Que así sea, para que lleno de la fe y el amor de Jesús, puedas afrontar con serenidad y valor el desafío de vivir y, por último, alcanzar la vida eterna.


Este es el mensaje del Señor: "Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo eres llamado, habiendo hecho buena profesión delante de muchos testigos" (1 Timoteo 6:12).


Propónte vivir dignamente y para gloria de Dios.

CÓMO DEJAR DE SUFRIR

CÓMO DEJAR DE SUFRIR


Nuestro mundo está lleno de pesares y sufrimientos. Alguien ha dicho que vivir es sufrir. Otro se ha referido a nuestro mundo como un valle de lágrimas. Aunque estas expresiones nos parecen demasiado pesimistas, admitir que a todos nos ha tocado recorrer más de una vez ese valle lagrimoso no es pesimismo sino realismo. El recién nacido, desprovisto de la comodidad que le proporcionaba su ámbito prenatal, se encuentra, abruptamente, en un mundo frío e inhóspito. Un extraño lo toma por los tobillos y le vira su mundo al revés; luego le propina una buena nalgada que le hace producir su primera expresión vocal: un llanto, el primero, pero nunca el último. Así nacemos... ¡vaya bienvenida al mundo! Un mero anticipo, principio de dolores.


Los noticiosos (cualquiera, dondequiera) hacen crónicas, hasta el hastío, de estos ya tan vulgarizados sufrimientos y dolores con que nos asaltan sin tregua. En primera plana de uno de los diarios de South Bend, Indiana, sede de dos prestigiosas instituciones pedagógicas --la Universidad de Notre Dame y el Colegio de Santa María--, en los Estados Unidos, el 8 de julio de 1997 apareció un artículo sobre una joven de 24 años, llamada Susie Laatz, con una foto de ella, donde se apreciaba su extraordinaria belleza. Su radiante sonrisa parecía revelar una personalidad muy agradable. El artículo comenzaba con una confidencia que Susie le hiciera a una de sus mejores amigas. Le dijo que nunca se había sentido

tan preparada para algo, como para lo que iba a hacer el sábado (5 de julio), es decir, casarse con su prometido, el licenciado Sean Mangan. Pero dejemos que el artículo nos cuente la triste historia:

"La joven de 24 años de edad, rubia y de ojos azules, graduada del Colegio de Santa María, intercambió votos matrimoniales con Mangan esa tarde, en la Capilla del Santo Espíritu, para ella el lugar más sagrado del mundo. Más tarde, sus familiares y amigos se unieron con ellos en celebración.


"Allí se desvanecieron las esperanzas y los sueños de esta joven pareja. Después de saludar alegremente a los amigos y parientes, los recién casados subieron al vehículo del novio, y cruzaron la calle a la Mansión Beiger, una hostería, donde pasarían la noche. Recibieron la llave del cuarto, que estaba en el segundo piso, y se dirigieron a él. Allí, Susie Kahl Mangan, de Glenview, Illinois, que hacía sólo dos años se había graduado de sus estudios universitarios, se desplomó en forma repentina y fatal, cayendo en los brazos de su esposo.


"Sean Mangan, que se había graduado de la Universidad de Notre Dame en 1995, tomó en brazos a su esposa y la llevó al pie de las escaleras donde su primo, un cirujano de Iowa, intentó administrarle resucitación cardiopulmonar.


"El teniente Pascual Rulli, de la policía de Mishawaka, recuerda tristemente que Sean decía no poder sentir ni pulso ni respiración en su esposa.


"Corrió de vuelta al salón de recepción, mientras los paramédicos llevaban apresuradamente a la joven al cercano hospital San José.


"Unas doce horas después de una boda que los asistentes describían como digna de un cuento de hadas, Susie fue declarada muerta.


"Los oficiales de Santa María dijeron el lunes que Susie, que como estudiante se había hecho digna de honores, y había practicado con avidez el deporte de correr, murió porque su corazón, que se había ensanchado, terminó por estallar. Andrea Borgatello, una de las damas de honor de la boda, resumió este trágico suceso en las siguientes palabras: ‘Estaba más feliz que en ningún otro momento de su vida. ¡Esto es lo más horrible que pueda suceder!’"


Seguramente todos tenemos historias tristes y trágicas que contar. Aparentemente, por ahora Dios no nos exime del sufrimiento. Cristo nos advierte: "En el mundo tendréis aflicción". Lo que el cristianismo sí ofrece, es una actitud triunfadora ante el dolor, pues Cristo añade a la declaración anterior las palabras: "...mas confiad, yo he vencido al mundo". No siempre podremos evitar el sufrimiento; lo que sí podemos lograr es conquistarlo.


En esta oportunidad ofrecemos cinco pasos, principios sólidos tomados de la Palabra de Dios, que nos permitirán salir airosos del valle de lágrimas, con la capacidad de mantener un estado mental sano y positivo.


Primer paso: Al hablar con Dios, no esconda sus sentimientos. ¡Expréselos! Dios desea que ventilemos nuestros verdaderos y auténticos sentimientos ante el dolor y la pena, aun cuando nos consuma el rencor o nos embargue el pensamiento de que Dios nos ha abandonado. El no desea que le digamos lo que creemos que él quiere escuchar. ¡No! Podemos comunicarle libremente lo que anida en nuestro corazón.


En Salmos 88 el salmista se queja ante su Dios, de la siguiente manera: "Me has puesto en el hoyo profundo, en tinieblas, en lugares profundos. Sobre mí reposa tu ira y me has afligido con todas tus ondas. . . Has alejado de mí al amigo y al compañero, y a mis conocidos has puesto en tinieblas. . . ¿Por qué, oh Dios, desechas mi alma? ¿Por qué escondes de mí tu rostro?"


El mismo Jesús, mientras colgaba de la cruz cruel, gustando la muerte por todos los hombres, expresó la realidad de su situación con estas palabras: "Señor, Señor, ¿por qué me has desamparado?"


Segundo paso: Aduéñese de su problema. Es muy posible que su dilema, dolor, pena o sufrimiento tenga algún causante, alguien que lo originó, y se siente con todo el derecho de culpar o incriminar a esa persona; usted quiere que el culpable sea confrontado con su injusticia. Pero, muy a menudo, esa "justicia" es un desgaste infructuoso. Esa persona que le ocasionó tanto daño, anda feliz mientras usted vive ensimismado en su amargura.


La realidad es que su problema, su dolor, es precisamente eso: su dolor, su problema. A usted y nadie más le toca coexistir con él. Aduéñese de su problema, de su pena. No se lo pase a otro; es suyo. Otros podrán ayudarle a sobrellevarlo, pero ningún otro ser humano va a desposeerle de su dolorosa carga. Acepte, pues, que su dolor le pertenece, y que sólo usted podrá superarlo.


Ahora estamos listos para dar el tercer paso para dejar de sufrir. Al aceptar que su problema es su propia responsabilidad, tengo para usted las mejores noticias. Otro Ser, infinitamente mayor y más poderoso que usted, se ha adueñado también de su problema. Se trata de alguien que cuenta con todos los recursos del cielo y de la tierra: es Jesús. El dice: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" (S. Mateo 28:18).


Cristo, "varón de dolores, experimentado en quebrantos", vino a este mundo con el propósito anunciado por el profeta Isaías: "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores. . . mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados... y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:4, 5). Créalo. Autorice a ese Amigo poderoso para hacer lo que él vive --y se desvive-- para hacer. La Palabra de Dios declara: "Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Hebreos 7:25).


Cuarto paso: Ahora que sabe que al adueñarse de su problema no está solo (pues cuenta con un Socio poderosísimo que se también se adueña de él), usted podrá resistir la inútil e inoperante tentación de permitir que su sufrimiento se adueñe de usted.

Usted es más que su sufrimiento. Es más, y tiene más, que su dolor. Expanda su visión y ponga su sufrimiento en la perspectiva correcta.


Por ejemplo, si usted tiene cáncer, no se vea a sí mismo como "un canceroso". Usted es mucho más: es padre, madre, hijo, hija, hermano, hermana; es obrero, estudiante, es una persona con responsabilidades que cumplir, consejos que dar, con afectos y simpatías que compartir. Alguien le necesita.


Pasemos al quinto y último paso. Haga todo lo que pueda por mejorar su situación y la de su prójimo. Este paso tiene dos fases, cada una importantísima. El refrán "A Dios rogando y con el mazo dando" a menudo pasa --equivocadamente-- por versículo de la Biblia. Es apócrifo, pero encierra una gran verdad o principio, apoyado por las Sagradas Escrituras y la buena lógica.


La ayuda que Dios nos brinda no pretende eximirnos de hacer nuestra parte; al contrario, nos da el respaldo emocional, Psicológico y espiritual que nos capacita para tomar decisiones acertadas y valientes. Con la ayuda poderosa de Cristo, podemos dejar de perjudicarnos y comenzar a ayudarnos.


Si estamos sufriendo por alguna enfermedad cardiaca, o algún cáncer ha invadido nuestro cuerpo, es mucho lo que podemos hacer para combatir y hasta librarnos de estos males. Se ha comprobado que una dieta vegetariana, baja en consumo de grasa y que evita los alimentos procesados, es tan buena terapia como el más sofisticado y costoso tratamiento. Por otra parte, cualquiera que sea su problema, con seguridad se complicará y empeorará si usted recurre al alcohol u otra droga estupefaciente. Sí, hay siempre algo que podemos hacer para mejorar nuestra situación.


Muchas veces, la mejor forma de salir de la depresión en que caemos a raíz de algún sufrir consiste en ponernos al servicio de otra persona cuya situación sea aún más trágica y dolorosa que la nuestra. Cuando Cristo estaba en la cruz, sus pensamientos a favor del ladrón arrepentido y la actitud perdonadora que adoptó para con los que lo crucificaban permitieron que su mente escapara de la intensidad de su dolor y se enfocara en el propósito redentor de su misión. Ese mismo Jesús nos extiende la misma simpatía y la misma salvación. No rechaces la ayuda que este poderosísimo Amigo te brinda con amor. El no sólo te escucha y te comprende; también tiene poder para sacarte de tu sufrimiento sin esperanza. El te dice hoy: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar". ¿Le abrirás tu corazón?

SEGURIDAD

SEGURIDAD

PAZ INTERIOR

Si pudiésemos preguntar a cada habitante de esta tierra si desea tener paz en su corazón, seguramente millones responderían que ese es su mayor deseo. Hoy resultan insuficientes los esfuerzos de siquiatras, sicólogos y consejeros sociales que tratan de calmar la desazón que sufren infinidad de personas. Tampoco los guías y ministros religiosos alcanzan a completar su delicada tarea de afianzar la fe y la esperanza en los corazones humanos; siempre encuentran más y más individuos aquejados de angustia y ansiedad. La gente vive deprisa, tensa, bajo la constante presión del ruido y la excitación. Aumentan las enfermedades nerviosas y cardiovasculares en forma alarmante. Son tiempos difíciles en los que las ventajas técnicas y científicas no han logrado disminuir las penalidades propias de la lucha por la vida.


Uno de los males más generalizados es la ansiedad: la preocupación casi obsesiva respecto al futuro. El hombre moderno no sólo enfrenta los problemas del presente, sino que en forma escéptica carga sobre sus espaldas la infructuosa inquietud sobre el mañana. Esa actitud, además de robar la paz, socava las energías para seguir adelante. Se relata el caso de una persona que había realizado un extenso viaje y que durante el mismo había recorrido una enorme distancia a pie. Atravesó así ríos, montañas y bosques. Al preguntársele a su regreso qué era lo que más le había molestado de la travesía, contestó: "Los granitos de arena que se metían en mis zapatos". Muchas veces permitimos que la arenilla de la desazón y el pesimismo se filtren en nuestra vida cotidiana, al extremo que resulta muy doloroso el avanzar.


Debemos aligerar nuestra marcha y eliminar aquellas cargas que aplastan nuestro ser y traban nuestro recorrido de la vida. La alegría y la confianza deben entronizarse en nuestro corazón. Para que eso sea una realidad, necesitamos aprender la enseñanza magistral que Jesús impartió en el sermón de la montaña. Al contemplar a la multitud cargada de ansiedades e inquietudes, de incertidumbre y desazón, Jesús les dijo: "Nos os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas

buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán y basta a cada día su propio mal" (S. Mateo 6:31-36).


La lección de confianza y optimismo que se halla en estas palabras es de valor imperecedero. ¿Por qué afanarse? –pregunta Jesús. ¿Qué ganamos con ello? ¿Por qué habremos de correr ansiosamente tras el vestido, el pan y la bebida, olvidándonos que tenemos un Dios en los cielos que vela por nuestro bienestar? El es nuestro Padre eterno que conoce el fin desde el principio y, por lo tanto, tenemos el privilegio de depositar nuestras vidas en sus manos.


Además de la ansiedad, hay otro mal, otra dolencia que opaca la vida y socava la paz del corazón: es el sentimiento de culpabilidad que taladra la conciencia de muchísimas personas. Podemos afirmar que la mayor parte de nuestros sufrimientos y sinsabores no provienen del exterior, sino que se originan dentro de nosotros mismos. Lo reconozcamos o no, uno de los anhelos más arraigados es disfrutar de una conciencia tranquila, de más valor que los bienes materiales. Por eso, cuando nos dejamos enlodar por los vicios, por palabras o actos pecaminosos, el alma se siente agobiada y clama por limpieza. A veces, el mal consiste en que dejamos de cumplir con deberes esenciales de caridad y honradez. Y esas faltas, como un puñal, atraviesan nuestro corazón.


Jesucristo, bajo cuya mirada penetrante no pasaba desapercibida la dolorosa angustia que sufre el pecador, dirigió la siguiente invitación: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar" (S. Mateo 11:28). Y con toda autoridad pudo decir: "Mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (S. Juan 14:27).


Jesús sabe que lo que le quita la paz al corazón es el pecado. También sabe que el ser humano muchas veces trata de apañar sus faltas y de aquietar su conciencia con bullicio, con placer, con vanidad, con recursos humanos que no hacen sino agrandar la desazón interior. Dijo Jesús: "Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna" (S. Juan 4:13, 14).


Sólo Jesús, agua viva y eterna, calma nuestra inquietud y limpia plenamente el corazón. Al término de la Segunda Guerra Mundial, una renombrada institución ofreció la suma de 100.000 dólares a quien formulase el mejor plan de paz. Se presentaron 22.000 proyectos, algunos muy extensos y complejos. El premio lo recibió el autor de una fórmula maravillosa encerrada en las siguientes palabras: "Pruébese a Jesús". No hay otro fuera de Cristo que pueda asegurar el fruto magnífico de la paz. Es necesario comprender que lo que turba el espíritu y quita la paz es la dolencia milenaria del pecado. Donde hay pecado hay intranquilidad y remordimiento. Eso es lo que le ocurrió al rey David quien, en una etapa muy dolorosa de su existencia, abiertamente transgredió los mandatos divinos. Su desazón y su angustia eran inenarrables. Mientras él ocultó ese pecado, su ser entero se iba consumiendo. Como él mismo lo declara en uno de sus salmos, "Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano. Se volvió mi verdor en sequedad de verano" (Salmos 32:3, 4). De pronto, este pecador aplastado por la culpa levantó sus ojos hacia el Unico que podía devolverle la tranquilidad. De lo más profundo de su alma imploró el auxilio de Dios. Profundamente conmovido, exclamó: "Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame y seré más blanco que la nieve. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí" (Salmos 51:1-3, 7, 10). Este clamor de David revelaba el profundo arrepentimiento de su corazón. Con toda honestidad y franqueza confesó su falta: "Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová y tú perdonaste la maldad de mi pecado" (Salmos 32:5). ¡Qué experiencia maravillosa! De un ser angustiado pasó a ser un hombre perdonado, en cuyo corazón Dios colocó el bendito fruto de la paz.


Poco antes de ascender a los cielos, Jesucristo ofreció una fórmula maravillosa para conservar la paz interior. Dijo el Señor: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (S. Juan 14:1-3). En primer lugar --Jesús dijo--, necesitamos creer en Dios. Creer que es nuestro Padre celestial que dio a su Hijo unigénito para que muriese por nosotros en la cruz del Calvario. Creer que no solamente provee para nuestras necesidades, sino que se compadece de nuestras faltas y debilidades. Esta verdad la comprendió Mahatma Gandhi, el gran líder de la India que, aunque no era cristiano, creía en la paternidad de Dios. Cierto día, siendo niño, hurtó dinero a su padre y compró carne. Al acostarse esa noche no tenía paz en su corazón. Después de horas de agonía, saltó de la cama y no animándose a hablar directamente con su progenitor, escribió su confesión. Fue entonces a la habitación donde él yacía enfermo, y le entregó la nota. A medida que éste leía la confesión de su hijo, las lágrimas le corrían por las mejillas. El rostro triste pero perdonador y lleno de amor de aquel padre reveló una imagen exacta de nuestro Padre celestial, quien está deseoso de perdonar nuestros pecados porque nos ama entrañablemente. "Creed en él --dijo Jesús--, y creed también en mí".


Creer en Jesús es el segundo gran consejo de esta receta sagrada de la paz y la felicidad. "No hay otro nombre bajo el cielo... en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12). Necesitamos creer que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, y que tiene poder para transformar nuestra vida. Creamos en Jesús y creamos en su bendita promesa de que está en los cielos preparando un lugar para nosotros. La convicción de que este mundo no es nuestro hogar, la certeza de que Dios ha reservado para nosotros moradas santas donde no habrá más dolor ni pecado, es una verdad que inspira y estimula.


Tal vez tu corazón esté destrozado, tal vez hayas perdido un ser querido, pero si crees en el mundo del futuro donde no habrá más muerte ni dolor, entonces hasta tus horas más sombrías estarán iluminadas por la bienaventurada esperanza. La creencia en Dios como nuestro Padre y en Jesucristo como nuestro Salvador, la certeza de que el Señor ascendió a los cielos para preparar un lugar para ti y para mí, se completa con la cuarta maravillosa verdad enseñada en la promesa del Señor. Dijo él: "Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo".

Sí, Jesucristo volverá a esta tierra. Volverá para que de una vez y para siempre desaparezca el pecado y la guerra de este mundo; volverá para establecer su dilatado y eterno reino de paz. Tú y yo tenemos cuatro poderosas razones para no vivir atribulados: 1)Dios nos ama; 2) Jesucristo nos salva del pecado; 3) en el cielo hay un lugar reservado para nosotros; 4) muy pronto Jesús volverá para llevarnos con él. Que esta múltiple y maravillosa confianza se convierta en una experiencia tan viva y real para ti, que nada ni nadie jamás pueda turbar tu paz interior.

EL REINADO DEL AMOR

EL REINADO DEL AMOR

Como bien se ha dicho, el amor es más que una palabra. Es más que un sentimiento pasajero que arrebata el corazón. Es un principio de conducta que se aplica a la vida cotidiana. Douglas Cooper lo definió así: "Es usar el poder de elegir dado por Dios, para decir o hacer lo que es para el mayor provecho y para el mayor bienestar de otra persona". En una palabra, es el ansia constante y sinceramente sentida de inundar de bien a un semejante. No se trata de un sentimiento etéreo o difuso, sino de un principio de aplicación real y práctica en esta tierra.


El amor se manifiesta de muy diversas formas. Así como un rayo de luz se fragmenta y proyecta en variados colores al pasar a través de un prisma, de igual modo cuando el amor se introduce en la vida se manifiesta de diversas maneras. En el capítulo del amor, el apóstol San Pablo hace la siguiente descripción de este don celestial: "El amor es... (1 Corintios 13:4-8).


En primer término, el apóstol indica que el amor es sufrido; sabe esperar; es paciente. Y dicho atributo o característica del amor es de singular significado en un mundo donde prevalece la impaciencia y la intolerancia. La persona que ama de verdad está dispuesta a pasar por alto las faltas del ser amado. A pesar de las frustraciones, los desaires y la ingratitud de que es objeto, sigue manifestando paciente y perseverantemente su amor. ¿Quién no ha admirado el amor de una madre hacia un hijo descarriado, o bien, el amor de una esposa por el marido indigno? La bondad es un fruto natural del amor. De ahí que una persona amorosa, en el correcto sentido de la palabra, sabe comprender y simpatizar con aquellos que afrontan luchas y dificultades. Siempre busca una interpretación caritativa de las acciones de los demás.


Por otra parte, de acuerdo al pasaje inspirado, "el amor no tiene envidia" hace que uno se goce sinceramente con el éxito ajeno. Disfruta de los triunfos y el bienestar del prójimo como si fueran logrados por uno mismo. Declara además la Escritura que el amor no es jactancioso, no se envanece. Vale decir, que no busca el reconocimiento y la alabanza de los demás. No está ansioso por impresionar a los demás. La persona impulsada por el verdadero amor no hace ostentación de sus méritos y cualidades. No se da tono. Hay quienes parecen obsesionados por el ansia de acrecentar su reputación personal. Procuran atraer la atención sobre sí mismos de un modo u otro, olvidándose que el amor genuino se reviste de modestia y humildad. A propósito, a una jovencita envanecida por unos cumplidos que le habían dirigido, su padre la aconsejó de este modo: "Si lo que elogian es tu juventud, hija mía, a los 16 años la belleza no es mérito en una mujer. Pero si eres bella a los 60, lo serás por obra de tu propio espíritu. Entonces podrás enorgullecerte de tu belleza y ser amada por ella". El amor confiere la belleza duradera, o sea, la del carácter. La de un espíritu resignado, bondadoso y sencillo. El amor no está ansioso por causar una impresión, ni tiene ideas infladas de su propia importancia. ¿Qué significa esto? Tal vez quiere decir que una persona que ama en forma genuina se preocupa tanto de los demás que se olvida de sí misma. No está concentrada en sí misma sino que se da por entero al ser amado. No le preocupa la posición, los títulos, la promoción ni el prestigio, porque se ha dedicado de lleno a la búsqueda de la felicidad y el bienestar de los que viven a su alrededor. Y como dice un escritor: "Los que descubren esta clase de amor son felices. No es que busquen la felicidad, sino que ésta entra por una puerta que ellos no sabían que había quedado abierta. Al olvidarse a sí mismos encuentran el verdadero significado de la vida. Están adornados de lo que podría llamarse un amor modesto, sin pretensiones".


El pasaje bíblico que estamos comentando agrega que el amor "no hace nada indebido", o sea, que no es arrogante ni grosero. ¿Qué quiere decir con esto el apóstol San Pablo? Significa que la persona que ama toma en primer término los intereses del ser amado y que por ningún motivo hará nada que ofenda o rebaje a la otra persona. Se comporta de tal modo que no hiere la sensibilidad del prójimo.


Hermanos, un cristiano genuino es una persona cortés. Y "la esencia de la verdadera cortesía es la consideración a los demás". Si aplicáramos constantemente la regla de oro en el trato con nuestros semejantes, ¡cuán diferente sería la vida, cuánto mejor sería el mundo y cuánto más felices seríamos nosotros mismos! Dice el Espíritu de profecía: "Las pequeñas atenciones y los actos de amor y sacrificio que manan de la piedad tan dulcemente como se difunde la fragancia de una flor, constituyen una gran parte de las bendiciones y felicidades de la vida" (Meditaciones matinales, pág. 133). Así es; la vida se compone de pequeños actos de amor y bondad. Y si los ejercitamos en forma diaria y desinteresada --especialmente en el seno del hogar--, veremos que la existencia se torna realmente hermosa.


El amor "no busca lo suyo". La tendencia natural del ser humano es satisfacer primero el yo, luego el yo, y siempre el yo. Pero impulsado por el amor se produce un cambio fundamental. Se ama a los demás como a uno mismo, o sea, que nuestros semejantes pasan a ocupar el primer lugar en nuestros intereses. "El amor--añade el apóstol--, no se irrita, no guarda rencor". Una persona que ama de verdad, es capaz de soportar las faltas del ser amado y sus imperfecciones sin perder la calma. Los errores de la otra persona y sus palabras exasperantes, todos van a morir a la gran fuente del amor. Esta clase de amor no se complace en enumerar las faltas del prójimo, ni repite los chismes que se dicen acerca de alguien. Es un amor que no se goza con la injusticia, sino que se goza de la verdad. No se solaza en escuchar los errores cometidos por los otros, sino que encuentra placer en las virtudes y cualidades de sus semejantes. Se goza en lo bueno, se goza en la verdad. Dice una leyenda que una multitud se había detenido en el camino en torno a un perro muerto. De diversas formas todos expresaban su repugnancia y molestia por el animal. De pronto se acercó Cristo, quien luego de observar al perro en forma bondadosa, declaró: "Mirad qué dientes blancos tiene". Todo es mejor cuando lo miramos a través del lente del amor.


La descripción que el apóstol San Pablo hace del amor alcanza un tono sublime cuando declara que el amor "todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser". ¡Qué síntesis maravillosa de este atributo que proviene del corazón de Dios y que está destinado a enraizarse en el corazón humano! Aunque nos parezca una meta imposible de alcanzar, el excelentísimo camino del amor es la senda por la cual todos debemos transitar.


¿Cómo es posible amar de verdad en un mundo saturado de egoísmo? ¿Cómo puede ser enternecido nuestro corazón de piedra y transformado en un corazón de carne, del cual fluya el amor como el agua del manantial? Declara el apóstol: "En esto... (1 S. Juan 4:9-11). Aquí está el secreto. Jesucristo vino a este mundo para mostrar el infinito amor de Dios, y lo hizo en una medida inconmensurable, sufriendo por nosotros en la cruz del Calvario para salvarnos del pecado. Y ese su sacrificio, esa su sangre bendita, nos ha comprado para que nosotros vivamos por él y para él. Cuando aceptemos el amor de Cristo, cuando permitamos que él viva en nuestras vidas, entonces reinará el amor, y éste se manifestará constantemente en nuestra manera de actuar. Ya no vive nuestro yo egoísta y pecaminoso. Como dice el apóstol San Pablo: "Ya no vivo... (Gálatas 2:20).

Lo que nos impulsa es el amor de Cristo; eso es lo que nos constriñe en cada una de nuestras palabras y acciones. Queremos vivir de modo que agrademos a aquel que murió y resucitó por nosotros.


Es Cristo quien da la capacidad de amar, convierte nuestros corazones y los llena de gracia y de paz. Pidámosle hoy a Dios que nos ayuda a amar de verdad; que nos enternezca y transforme en cristianos bondadosos y amantes. Esa es la gran necesidad del mundo. Sería inútil conocer todas las profecías, doctrinas y misterios de la Sagrada Escritura y vivir sin amor. El mejor testimonio y prueba de que Dios existe es justamente un cristiano amante y amable, que tanto en el seno de su hogar como en su esfera de trabajo, llene de felicidad la vida de los demás. Si obramos así, seremos felices nosotros mismos, y al final de nuestro recorrido escucharemos estas benditas palabras del Señor Jesús: "Venid... (S. Mateo 25:34).


Amemos cada día. La recompensa que ofrece el Señor es maravillosa. Podremos ver cara a cara a aquel que por amor a nosotros murió y resucitó a fin de darnos vida eterna.

¿A QUIEN BUSCAS AGRADAR?

¿A QUIEN BUSCAS AGRADAR?

Gálatas 1:10-17

Introducción


¿Busco ahora convencer a los hombres, o a Dios? ¿Será que busco agradar a los hombres? Si yo todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.

Leamos:

Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio que fue anunciado por mí

no es según hombre; porque yo no lo recibí, ni me fue enseñado de parte

de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Ya oísteis acerca de

mi conducta en otro tiempo en el judaísmo: que yo perseguía ferozmente a

la iglesia de Dios y la estaba asolando. Me destacaba en el judaísmo sobre

muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso

de las tradiciones de mis padres. Pero cuando Dios - quien me apartó

desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia- tuvo a bien revelar a

su Hijo en mí para que yo lo anunciase entre los gentiles, no consulté de

inmediato con ningún hombre ni subí a Jerusalén a los que fueron apóstoles

antes que yo, sino que partí para Arabia y volví de nuevo a Damasco.


Cuando mis hijos eran adolescentes recuerdo a cada uno de ellos individualmente, y en momentos diferentes decían "Papá, quisiera agradarte, dime ¿qué es lo que tú esperas de mi? Ellos no entendían totalmente mis deseos, y probablemente querían comunicarse mejor. Mis hijos querían mi atención, y me gustaba oír lo que me pedían.


¿A quien estás agradando?

Muchas veces en nuestra vida queremos agradar a alguien. Algunos son un naufragio mental o físico porque tratan desesperadamente de agradar a alguien. Quiero mirar en este pensamiento del versículo y aprender todo lo que podamos:


1. Puedes tratar de... agradar a Dios (v 10-12)

A. Pablo buscaba agradar a Dios siendo un siervo. v 10

¿Busco ahora convencer a los hombres, o a Dios? ¿Será que busco

agradar a los hombres? Si yo todavía tratara de agradar a los hombres,

no sería siervo de Cristo.


B. Pablo buscaba agradar a Dios siendo un siervo bíblico (11-12)


ILUSTRACIÓN

El autor Oscar Wilde fue uno que puso mucha atención a su vida

espiritual. William Barclay citó la confesión de Wilde:


Los dioses me han dado de todo. Pero yo me he permitido envolverme

en largas conversaciones sin sentido y modo sensual... Cansado de

estar en las alturas, deliberadamente baje a las profundidades en

búsqueda de nuevas sensaciones. Lo que la paradoja era para mi en la

esfera del pensamiento, la perversidad llegó a ser en la esfera de la

pasión. Me volví un descuidado de la vida de otros.

Tomaba placer donde me agradaban, y aprobaba. Olvidaba todas


aquellas pequeñas acciones del diario vivir que forman o destruyen el

carácter, y que lo que uno ha hecho en la cámara secreta, algún día

alguien lo va a gritar desde el tejado. Deje de ser señor de mí mismo.

Ya no podía ser el capitán de mi alma, y no sabia como. Permití que el

placer me dominara. Termine en una horrible desgracia.


APLICACIÓN

Esa historia se relaciona a la vida de mucha gente porque no quieren o

no han puesto sus vidas a agradar a Dios.

¿A QUIEN AGRADAS?


2. Puedes buscar... agradar al hombre. v 13-14


A. Pablo trataba de agradar al hombre persiguiendo a la iglesia (v 13)


B. Pablo trataba de agradar al hombre practicando las

tradiciones de los hombres (v 14)


ILUSTRACION

No existe mas esclavo que aquel siendo libre al querer hacer lo que

le agrada porque eso que le agrada es destructivo. Un siquiatra de


California se queja de cuatro de diez adolescentes y jóvenes adultos

que le visitaban tenían enfermedades sicológicas y el no podía

hacer nada por ellos.

De acuerdo a Los Ángeles Times es sencillo esto: "Cada uno

de ellos demanda que su mundo se conforme a sus deseos

descontrolados. La sociedad ha provisto a ellos con muchos

caminos de escapes para nunca hacer frente al desanimo, echar a

un lado el placer y el peso de la responsabilidad. Todo eso es lo que

forma el carácter. Y añade el siquiatra. "Si los desordenes de la

personalidad siguen hasta que son adultos solo habrá una sociedad

de personas orientadas hacia el placer siendo indefenso, inseguros

y dependiente.


APLICACIÓN

Esa historia ciertamente ilustra un cuadro triste de aquellos que buscan agradarse a si mismo.


¿ A QUIEN AGRADAS?


3. Puedes recibir el agrado... de Dios. v 15-17


A. Pablo recibió el agrado de Dios en revelación (v 15 – 16)


Dios mostró su agrado por Pablo revelando Su Hijo y Su Salvación


Dios mostró su agrado a Pablo revelando a Su Hijo y otorgándole


la oportunidad de dedicarse a su Servicio.


ILUSTRACION

Un papá y una mamá querían comprarle a su hijo un Mustang

Nuevo Convertible. Y querían dárselos como un regalo de

graduación y así el pudiera ir a la universidad con el.


Ellos también querían que el leyera un libro de valores cristianos

Así que ellos pusieron un cheque por el carro en el libro y le

dijeron a su hijo que cuando el leyera el libro se sorprendería con

su contenido. Así que de vez en cuando ellos le preguntaban si

estaba leyendo el libro. Solo les contestaba "Hmm". Ellos

estaban ansiosos que el obtuviera lo que necesitaba para seguir

su educación. Ellos le habían puesto algunos requisitos para la

bendición.

El jovencito finalmente comenzó a leer el libro luego de unas

semanas de estar en la universidad. Una noche los padres le

oyeron llorar a todo dar, y bajaron las escaleras. Había

encontrado el cheque. Papá y mamá estaban felices. Su papá le

dijo que ese cheque podía haber sido suyo hacia unas cuantas

semanas. Quería que tuvieras el carro, pero también

queríamos compartir contigo algunas verdades bíblicas.



CONCLUSIÓN


¿A QUIEN VAS A AGRADAR?


-Puedes agradar al hombre.

-Puedes agradar a Dios. O

-Puedes recibir el agrado de Dios.

VIVIENDO A LA ALTURA DE TU LLAMADO

VIVIENDO A LA ALTURA DE TU LLAMADO


EFESIOS. 4:1-3

Introducción

¿Cómo vivir nuestras vidas? Mientras estaba en la cárcel, Pablo hace un pedido a los cristianos de Éfeso, y a través de la inspiración del Espíritu Santo, nos hace el mismo llamado a nosotros hoy.


1. PABLO HACE SU PEDIDO:

El les "ruega" a los Efesios.


Rogar significa suplicar. Tu le ruegas a alguien cuando tu realmente quieres

que hagan algo.

b. Pablo usa esta palabra a menudo:


Él ruega a los romanos a presentar sus cuerpos en sacrificio vivo a Dios.

Romanos 12:1


Él ruega a los corintios a ser seguidores (o imitadores) de él. 1 Corintios
4:16


3. Él ruega a los corintios a reconciliarse con Dios 2 Corintios 5:20

Todos esos ejemplos tienen un pedido sincero, ansioso. Son de mucha

importancia.

2. EN QUÉ CONSISTÍA SU PEDIDO:

Caminar de acuerdo a su llamado.

¿Cuál es su llamado? (Vocación) es una invitación, dada por Dios, a aceptar

Su oferta de salvación por gracia.

Es Él llamando a arrepentirte de tus pecados y volverte a Él. Es un llamado

a ser salvo.

La palabra iglesia es una forma de la palabra llamado, pero significa mucho

más que un llamado. Significa que la iglesia esta formada de aquellos que han sido invitados por una invitación, han sido llamados del mundo, para no seguir viviendo en pecado, sino en santidad.

¿Qué significa la palabra "caminar?" Es conducir nuestra vida, de la manera en que la vivimos. Por ejemplo: Estilo de vida. El cristiano tiene que tener un estilo de vida que sea constante y consistente: no cambiando día a día. Concerniente al caminar del cristiano, la Biblia nos enseña: Esto, pues, es lo que les digo y les encargo en el nombre del Señor: que ya no vivan más como los paganos, los cuales viven de acuerdo con sus equivocados criterios (Efesios 4: 17) Tenemos que caminar tras, o ser seguidor de Dios. (Efesios .5: 1) Dios le dijo a Abraham que caminara ante EL perfectamente (derecho, sincero) Los cristianos tienen que caminar en temor del Señor. (Hechos 9:1)

3. PABLO DICE QUE DEBEMOS "CAMINAR DE ACUERDO A NUESTRO LLAMADO".

Siendo completamente humilde y manso. Humildad = tener una opinión

humilde de uno mismo. El mundo se concentra en la auto – estima, pero Cristo se basa en la humildad. La auto – estima parece encontrar razones para aumentar las opiniones de tu yo, mientras la humildad dice que tengas una opinión humilde de ti mismo. Mansedumbre = ser suave y tierno hacia otros en nuestras acciones.

Siendo paciente unos con otros. O "soportando" significa paciencia:

tardarse en enojar. Observa nuestra paciencia como brota en nuestro amor para unos a otros, lo que nos permite soportarnos. Amor es perdonar. Significa no mirar las ofensas aunque existan. Haciendo un esfuerzo para mantener la unidad del Espíritu por medio de la paz. No solo une nuestra feligresía. Debemos luchar constantemente para mantener la unidad del Espíritu o la verdad, juntos tenemos luchar. ¿Estás viviendo tu vida de una manera que valga la pena vivirla?

VICTORIA

VICTORIA

"REUNIÓN SANTA"

Joel 2:12-13

"Pero ahora —lo afirma el Señor—, vuélvanse a mí de todo corazón. ¡Ayunen, griten y lloren!" ¡Vuélvanse ustedes al Señor su Dios, y desgárrense el corazón en vez de desgarrarse la ropa! Porque el Señor es tierno y compasivo, paciente y todo amor, dispuesto siempre a levantar el castigo. Tal vez decida no castigarlos a ustedes, y les envíe bendición: cereales y vino para las ofrendas del Señor su Dios. ¡Toquen la trompeta en el monte Sión! Convoquen al pueblo y proclamen ayuno; reúnan al pueblo de Dios, y purifíquenlo; reúnan a los ancianos, a los niños y aun a los niños de pecho ¡Que hasta los recién casados salgan de la habitación nupcial! Lloren los sacerdotes, los ministros del Señor, y digan entre el vestíbulo y el altar: "Perdona, Señor, a tu pueblo; no dejes que nadie se burle de los tuyos; no dejes que otras naciones los dominen y que los paganos digan: ‘¿Dónde está su Dios?’'' (Joel 2:12-17)

Introducción

Estuve en una reunión donde debido a la humildad que sentimos ante Dios. Yo mismo experimenté mucha pena por mis pecados como nunca antes, Nunca olvidare esos momentos. Pero creo que el Señor nos dice: "dondequiera que haya hombres, mujeres, niños, o niñas que estén dispuestos a llegar a mi presencia y humillarse ante mí — Yo me mudare a sus corazones. Les mostraré sus pecados que los están esclavizando. Quebrare sus corazones. Los llenaré con mi Espíritu. Sanare las relaciones que tienen rotas. Sanare sus heridas. Les revelaré mi gloria de tal manera que nunca serán iguales".

¡Es verdad! ¡No hay nada especial en un determinado lugar a menos que Dios ocupe ese lugar!

1. LA SANTIDAD DEL PODEROSO DIOS

En el libro del profeta Joel, el Señor llama a su pueblo diciendo: "Pero ahora —lo afirma el Señor—, vuélvanse a mí de todo corazón. ¡Ayunen, griten y lloren!". (Joel 2:12)

A través de las Escrituras, aquellos que buscan al Señor preguntan, "¿Quien como tú, Oh Señor?" Dios esta envuelto en una majestad esplendorosa. El es santo en todos sus caminos. Es justo más allá de nuestra comprensión. Es poderoso sobre todo lo creado.

En el libro de Apocalipsis, Juan buscaba al Señor cuando Jesús se le apareció con toda su Gloria: "Me volví para ver de quién era la voz que me hablaba; y al hacerlo vi siete candelabros de oro, y en medio de los siete candelabros vi a alguien que parecía ser un hijo de hombre, vestido con una ropa que le llegaba hasta los pies y con un cinturón de oro a la altura del pecho. Sus cabellos eran blancos como la lana, o como la nieve, y sus ojos parecían llamas de fuego. Sus pies brillaban como bronce pulido, fundido en un horno; y su voz era tan fuerte como el ruido de una cascada. En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una aguda espada de dos filos. Su cara era como el sol cuando brilla en todo su esplendor. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Pero él, poniendo su mano derecha sobre mí, me dijo: "No tengas miedo; yo soy el primero y el último. (Apocalipsis 1:12-17)

Para entender quiénes somos, debemos comprender quién es Dios en toda su Gloria, majestad y santidad. Si lo hacemos El se nos revelara a cada uno de nosotros con toda su Gloria. Quiero invitarte a unirte a mí a buscar al Señor en oración.

Jugamos muchos juegos, somos más creativos al ser confrontados con las muchas formas que ya hemos fallados. Encontramos a alguien que ya ha fallado peor que nosotros y entonces nos comparamos a ellos. Justificamos nuestros fracasos, nuestros pecados, razonando el porqué lo hicimos. Negamos nuestro pecado cuando decimos que no hemos herido a nadie. ¡Estamos mal! Nuestro pecado aflige a Dios. Dios llora sobre nuestro pecado, cuando rehusamos salir del camino en el cual hemos herido a aquellos que nos rodean, pero lo más importante, la manera en que herimos a Dios.

¿Estás listo a pararte delante de Dios y permitir que su santidad te permita ver el verdadero yo que tu tienes? ¿Vas a permitir que el Padre te quite el velo de tu pecado y comience su obra hoy? Quiero invitarte a presentarte ante Su presencia por los próximos minutos y permitir que El te muestre las cosas de tu vida que has tratado de olvidar, poner a un lado, y justificar para que El pueda limpiar, renovarte. ¿Quieres unirte en oración?

CANTAR UN HIMNO DE ALABANZA

TIEMPO DE ORACIÓN

NUESTRA NECESIDAD

Le hemos fallado a nuestra familia. Le hemos fallado a nuestros hijos. Le hemos fallado a nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Le hemos fallado a Dios. El enemigo nos esta comiendo por el lado del cáncer de la culpa, condenación, y acusaciones constantes. ¡Lo que necesitamos es perdón! Quiero invitarte a humillarte ante el trono de Dios y expresar tu necesidad hoy. Tú sabes lo que te esta molestando. Permite que el Padre haga silencio tus llantos que te despiertan en medio de la noche. Permite que el Príncipe de Paz trabaje tu alma con Su presencia. No tienes que temer cuando expreses tu necesidad de perdón al Padre. El oye tu llanto, perdonara tu pecado, va restaurar lo que el enemigo te robó, va a suplir tus mas profundas necesidades. El salmista escribió en Salmos 32: "Feliz el hombre que no es mal intencionado y a quien el Señor no acusa de falta alguna. Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo por mi gemir de todo el día, pues de día y de noche tu mano pesaba sobre mí. Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste". (Salmos 32:2-5)

CANTAR UN HIMNO: "TAL COMO SOY"

Oración

NUESTRA ESPERANZA

Mi esperanza no está basada en mi habilidad para vencer el pecado que me atormenta. No está basada en mis habilidades o genio, mi competencia, o mis posesiones — Mi esperanza está fundada en mi Cristo resucitado, en El solamente. Su amor es suficiente para mí. Su gracia me ha libertado. Su compasión me ha levantado cuando estoy en lo más bajo. Su santidad me ha puesto en terreno sólido. Estoy confiando en el amor de Jesús por mi, me ha curado, me ha perdonado. Quiero estar igual que el salmista al proclamar mi gloriosa esperanza en el Salvador:

"Señor, muéstrame tus caminos; guíame por tus senderos; guíame, encamíname en tu verdad, pues tú eres mi Dios y Salvador. ¡En ti confío a todas horas! Señor, acuérdate del amor y la ternura que siempre nos has manifestado, pero no te acuerdes de mis pecados ni del mal que hice en mi juventud. Señor, acuérdate de mí, por tu gran amor y bondad". (Salmos 25:4-21)

En la gran misericordia de Dios nos ha dado un nombre Nuevo, un Nuevo nacimiento, una nueva esperanza que nunca nos va defraudar. "Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo por la resurrección de Jesucristo. Esto nos da una esperanza viva, y hará que ustedes reciban la herencia que Dios les tiene guardada en el cielo, la cual no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse". (1 Pedro 1:3-5)

Quiero invitarte, a confesar tu esperanza para hoy y por cada día en Jesús, nuestro Salvador resucitado. ¿Quieres unirte conmigo para alabar a nuestro Rey?

LLAMADO

Debemos hacer una obra en particular en el pueblo judío

Debemos hacer una obra en particular en el pueblo judío


"En la proclamación final del Evangelio, cuando se haga una obra especial en favor de los grupos que hasta entonces no han sido atendidos, Dios espera que sus mensajeros se interesen particularmente en el pueblo judío que se halla esparcido por todas partes en la tierra. Cuando las escrituras del Antiguo Testamento se combinen con los del Nuevo para explicar el eterno propósito de Jehová, para muchos judíos eso será como la aurora de una nueva creación, la resurrección del alma. Cuando vean al Cristo de la dispensación evangélica delineado en las páginas de las escrituras del Antiguo Testamento, y perciban cuán claramente explica el Nuevo Testamento al Antiguo, se despertarán sus facultades adormecidas y reconocerán a Cristo como el Salvador del mundo. Muchos recibirán por la fe a Cristo como su Redentor. En ellos se cumplirán las palabras: "A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Jn. 1:12)". Los hechos de los Apóstoles, p. 314.

Es extraño que muy pocos sientan preocupación de trabajar entre los judíos

"Me ha resultado extraño el que hubiera tan pocas personas que sintieran la preocupación de trabajar entre los judíos, que se hallan esparcidos en tantos países. Cristo estará con vosotros al luchar para esforzar vuestras facultades perceptivas, a fin de contemplar más claramente al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Las adormecidas facultades de los judíos han de ser despertadas. Los textos de Antiguo Testamento, combinándose con los del Nuevo, serán para ellos como el amanecer de una nueva creación, o como la resurrección del alma. La memoria será despertada cuando se vea a Cristo descripto en las páginas del Antiguo Testamento. Se salvarán almas de la nación judía, mientras las puertas del Nuevo Testamento sean abiertas con la llave del Antiguo Testamento. Cristo será reconocido como el Salvador del mundo, al verse cuán claramente el Nuevo Testamento explica al Antiguo. Muchos de los judíos recibirán por la fe a Cristo como su Redentor". El Evangelismo, p. 421.



Habrá tantos conversos en un día como en el día de Pentecostés

"Ha llegado el tiempo cuando los judíos deben recibir luz. El Señor desea que alentemos y sostengamos a hombres que trabajarán en forma correcta por esta gente; porque habrá una multitud convencida de la verdad, que tomarán posición de parte de Dios. El tiempo está llegando cuando habrá tantos conversos en un día como lo hubo en el día del Pentecostés, después que los discípulos recibieron el Espíritu Santo.

"Los judíos trabajarán con poder en favor de los judíos; y hemos de ver la salvación de Dios." RH, 29 de junio, 1905.



Deben hacerse "esfuerzos especiales" para alcanzarlos

"Debemos deshacernos de nuestra corta visión, y hacer planes más amplios. Debe hacerse un esfuerzo de trabajo más amplio por aquellos que están cerca y por los que están lejos... Que se hagan esfuerzos especiales por alumbrar a los judíos. Toda alma convertida causa gozo en las cortes celestiales." Manuscrito 87, 1907.



Cuando se presente este mensaje "muchos aceptarán a Cristo como el Mesías"

"Cuando este Evangelio se presente en su plenitud a los judíos, muchos aceptarán a Cristo como el Mesías. Entre los cristianos son pocos los que se sienten llamados a trabajar por el pueblo judío. Pero tanto a éstos que han sido pasados por alto, como a todos los demás, debe darse el mensaje de misericordia y esperanza en Cristo". Los Hechos de los Apóstoles, p. 314.



Judíos en forma individual "recibirán a Jesús como el Salvador del mundo"

"Vi que Dios había preservado maravillosamente a ese pueblo y lo había dispersado por el mundo a fin de que fuese reconocido como especialmente castigado por la maldición de Dios. Vi que Dios había abandonado a los judíos como nación; pero que miembros individuales de entre ellos se han de convertir todavía y ser capacitados para arrancar el velo de sus corazones y ver que la profecía relativa a ellos se ha cumplido; recibirán a Jesús como el Salvador del mundo y verán el gran pecado que cometió su nación al rechazarlo y crucificarlo". Primeros Escritos, p. 213.



Los conversos judíos han de tener una parte importante en la gran preparación que ha de hacerse en lo futuro para recibir a Cristo

"Habrá muchos conversos de entre los judíos, y estos conversos ayudarán a preparar el camino para el Señor, aparejando calzada en el desierto para nuestro Dios. Los conversos judíos han de tener una parte importante en la gran preparación que ha de hacerse en lo futuro para recibir a Cristo, nuestro Príncipe. Una nación nacerá en un día. ¿Cómo? Por medio de hombres a quienes Dios ha señalado como convertidos a la verdad. Se verá "primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga". Las predicciones de la profecía se cumplirán". Evangelismo, p. 421.



Algunos vendrán - como Saulo de Tarso

"Entre los judíos hay algunos que como Saulo de Tarso, son poderosos en las Escrituras, y éstos proclamarán con poder la inmutabilidad de la ley del Señor. El Dios de Israel intervendrá para que esto suceda en nuestros días. No se ha acortado su brazo para salvar. Cuando sus siervos trabajen con fe por los que por mucho tiempo han sido descuidados y despreciados, su salvación se manifestará". Los Hechos de los Apóstoles, p. 314.

Centro de Investigación White

Octubre 1999

Traducido por: Silvia de Roscher

Un Glorioso Destino

Un Glorioso Destino
Se está acercando el acontecimiento más glorioso de la historia humana. Y sin embargo, para algunos vendrá con el espantoso y alarmante terror de un ladrón que entra de repente a nuestro hogar a la medianoche. Hoy descubriremos porqué la venida gloriosa de Jesús será una sorpresa tan grande para muchísimos. Y nos vamos a enterar de cómo nos podemos preparar para ese “encuentro con el destino”.

Como sabemos, para el cristiano no existe un faro, una guía más segura para poder discernir el futuro que nos aguarda, que la Biblia, la Palabra de Dios. Y allí encontramos un cuadro verdaderamente optimista, luminoso, que debe llenar de gozo nuestro corazón. En su primera carta a los tesalonicenses, el apóstol Pablo pintó una escena gloriosa del regreso de Cristo a esta tierra, de un Salvador que llegará en las nubes y se llevará a los creyentes hacia el cielo. Era un mensaje de consuelo para aquellos que habían perdido a sus amados. Era un mensaje de consuelo para las personas que estaban soportando la persecución. Pero entonces él dirigió su atención a una pregunta que los tesalonicenses se hacían. Y esa misma pregunta es la que todavía preocupa a los creyentes hoy.

¿Cuándo? ¿Cuándo sería la hora del regreso de Cristo?

El apóstol describe en su carta la hora del regreso de Cristo, diciendo así: “Hermanos, acerca del tiempo y del momento, no necesitáis que os escriba. Porque vosotros sabéis bien, que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche” (1 Tesalonicenses 5:1, 2). Es interesante saber que mucha gente en la época de Pablo especuló bastante acerca del “tiempo y del momento” y el “día del Señor”. Algunos de los primeros cristianos discutieron si los justos podrían apresurar el tiempo del fin, o si simplemente vendría cuando Dios lo dispusiera. Otros pocos desarrollaron esquemas detallados para predecir cuando estaba por ocurrir.

Eso todavía está pasando hoy. Pero, aparentemente, Pablo no quiso adherirse a ninguna de las teorías que predominaban. Les había dado una idea general de los tiempos del fin a los tesalonicenses. Les había dado una idea muy específica de cómo vendría Cristo. Y lo dejó allí. Su única respuesta a la especulación acerca de cuando sería, era hacerles recordar que “el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche”. Pablo estaba más preocupado en estar listo para ese acontecimiento que en conocer el momento. Y él dijo, en efecto, que va a ser una gran sorpresa, una sorpresa muy impresionante. El explica la imagen de! ladrón de Primera Tesalonicenses capítulo 5, que inesperadamente llega en la noche, con estas palabras: "Cuando digan: 'Paz y seguridad', entonces vendrá sobre ellos repentina destrucción, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán".

Los emperadores romanos habían hablado mucho de establecer paz y seguridad en su extenso imperio. Tanto el imperio como sus emperadores tenían un dicho, un lema. Lo llamaban “Pax et securitas”, que quería decir “Paz y seguridad”. Pablo dijo que la destrucción repentina caería sobre aquellos que estaban involucrados en el poder del imperio; aquellos que se jactaban de sus conquistas, de repente estarían en convulsiones de terror. Cualquier paz basada en poseer algo en la tierra se evaporaría. El apóstol Pablo estaba desafiando a la complacencia, a la seguridad falsa. Estaba desafiando a personas que se aislaban de Dios. Ese es un obstáculo grande en estar listo para el regreso de Cristo.

Pero, ¿dónde deja esto al creyente? ¿Acaso los creyentes tienen que estar anhelando que Cristo venga... como un ladrón? Pablo da la respuesta en los versículos cuatro al seis del mismo capítulo cinco. Dice allí: “Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como un ladrón. Vosotros todos sois hijos de luz e hijos del día. No somos de la noche, ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios”. El apóstol nos ayuda a entender algo muy importante acerca de la Segunda Venida de Cristo. Cristo no quiere venir como un ladrón en la noche. El parecerá venir como un ladrón sólo para los que estén dormidos, espiritualmente dormidos, espiritualmente muertos.

Pablo, sin embargo, expresa la confianza, la certeza. Ustedes son hijos de luz, les dice a los creyentes de Tesalónica. El día del Señor no les sorprenderá comO un ladrón. ¿Por qué? No porque sabemos la hora exacta, pero porque estamos listos. No porque Dios nos ha revelado el momento preciso, pero porque nos entregamos a él en este momento. Somos hijos de luz. No estamos dormidos espiritualmente.

Existen dos tipos de personas. Dos destinos. Un grupo listo para el regreso de Cristo. Un grupo tomado por sorpresa. Un grupo atraído por la luz. El otro corriendo hacia la oscuridad. Allá por 1820, el estado de la
India llamado Kolhapur estaba siendo aterrorizado por una peligrosa pandilla de ladrones. Y el rajá, o gobernante, de Kolhapur parecía ser incapaz de pararlos. Ésta era la época de poderosos maharajás que se vestían con sedas exquisitas y se rodeaban con oro y con piedras preciosas. El rajá de Kolhapur tenía recursos abundantes a su disposición. Así que él aumentó el tamaño de su ejército personal. El mismo seleccionó a los guardias que estarían a su alrededor y cuidarían sus objetos de valor. Pero la pandilla de ladrones continuaba robando su tesorería y saqueando a los campesinos. La palabra del rajá era ley en esas tierras. Y a veces tronaba con furia: “iEsos diablos, deben detenidos! ¡Quiero que se aprese a su líder, y que se lo mate; y lo quiero ahora mismo!” Pero nadie nunca agarró al infame maleante. La pandilla siguió robando y matando por el resto de la vida del rajá. Y eso se debía, aunque cuesta creerlo, a que el rajá de Kolhapur tenía dos personalidades, una buena y otra mala. De día, él era el orgulloso soberano protector, demandando la justicia y el orden. De noche, él encabezaba esa pandilla de ladrones feroces. ¡El saqueaba su propio reinado y se robaba a sí mismo!

Amigos, el ladrón en la noche que tenemos que temer no es Cristo... ¡somos nosotros! Nosotros somos los que podemos tratar a ese glorioso acontecimiento como una terrible visita a la fuerza. Lo hacemos cuando preferimos ocultarnos en la oscuridad. Lo hacemos cuando continuamos la conducta destructiva que carcome nuestra misma relación con Dios. Pero así no es cómo Dios lo quiere. El no quiere venir como un ladrón. El está viniendo para rescatar a sus hijos de luz. El apóstol Pablo quiere que nosotros veamos los tiempos del fin con esa perspectiva, cuando dice: “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros, para que... vivamos junto con él” (1 Tesalonicenses 5: 9, 10).

Los hijos de luz tienen un destino: la salvación en Jesucristo. Pablo no nos insta a estar alertas en el sentido-de estar temerosos o ansiosos. No seguimos mirando con vigilancia porque Dios está tratando de sorprendernos. No; estamos alertas y a la expectativa porque estamos seguros de nuestro destino. Sabemos que es nuestro Amigo quien está por venir, aquél que murió por nosotros. Nos consolamos entre nosotros con esta esperanza luminosa. Nos alentamos entre nosotros con esta gran expectativa. Eso es lo que significa estar vigilando en vez de durmiendo en el día del Señor. Este grupo tiene un rumbo claro. Pero las personas que están dormidas espiritualmente.., no saben a donde están yendo. Pueden estar en movimiento, pero no saben a donde van.

Un sabio distraído viajaba un día en tren, totalmente absorto en su lectura. El revisor de los boletos pasó y le pidió el suyo. El sabio rebuscó en sus bolsillos, tratando de encontrarlo, pero no lo podía hallar. Volvió a hacerlo otra vez, con bastante preocupación. Después de esperar un rato sin resultado positivo, el empleado del tren le dijo bondadosamente: “No importa, señor, cuando lo encuentre, envíelo por correo a la compañía. Estoy seguro que usted lo tiene”. El sabio, con verdadero pánico contestó: “Yo sé que lo tengo. Pero lo que quiero saber es, ¿a dónde es que estoy yendo?” Se había olvidado del punto final de su viaje.

Aunque parezca una exageración, algunas personas religiosas son parecidas a este sabio. Saben que se subieron al tren correcto en algún momento en sus vidas. Se unieron a la iglesia. Pusieron sus nombres en la lista de iglesia. Pero se han dejado absorber por otras cosas. Han perdido su sentido de dirección. Ese boleto al cielo está escondido en algún lugar en el fondo de sus bolsillos, casi totalmente olvidado. Tienen que sacarlo para acordarse a donde están yendo. Aquellos que están durmiendo han perdido su sentido de dirección. Han perdido su sentido del destino. Lo que Dios quiere que tengamos es un sentido seguro de ese destino.., ahora en el presente. Aquellos que están despiertos, espiritualmente, están alertas. Saben a donde están yendo... en lo profundo de sus corazones, el cielo es su hogar. Se están poniendo la coraza de fe y de amor. Están siendo establecidos en toda buena palabra y obra. No necesitan un boleto que les haga recordar su destino.

¿Cómo nos preparamos para el regreso de Cristo? ¿Cómo nos mantenemos alertas? Primero, nos convertimos en los hijos de luz. Como Pablo dice: “Los que somos del día, seamos sobrios, vistamos la coraza de la fe y del amor...” (1 Tesalonicenses 5:8). Seguimos respondiendo a lo que Dios nos está diciendo. En segundo lugar, cobramos un sentido seguro del destino. Seguimos creciendo hacia nuestro destino en Cristo. Pablo afirma que Dios nos ha designado “para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo”. (1 Tesalonicenses 5:9).

Ahora veamos la tercera cosa que caracteriza a aquellos que están listos para que Cristo vuelva. Es algo muy simple. Es el fundamento de mucho de lo que Pablo les escribió a los tesalonicenses . Tiene que ver con el deseo que Cristo venga. En 2 Tesalonicenses, capítulo uno y versículo diez, Pablo ve la Segunda Venida del siguiente modo: “en aquel día, cuando Cristo venga para ser glorificado en sus santos y ser admirado por todos los que creyeron .El ve al glorioso Cristo como un motivo de gran admiración. Lo que está claro aquí es lo siguiente: Pablo quería que Jesús viniera. Él estaba esperando, de todo corazón, la venida de Jesús.

A veces nos tenemos que preguntar... ¿quiero yo sinceramente que Jesús venga? ¿Es ése mi deseo, en realidad? No podemos fabricar el deseo. Ese deseo es el resultado de una relaci6n cariñosa con Cristo. Si uno está seguro que Cristo es su Salvador, si uno está seguro que Cristo es su amigo, entonces, por supuesto, lo quiere ver cara a cara. Preguntémonos sinceramente: ¿Quiero que Jesús venga?

Dr. Milton Peverini

Con ojos nuevos

Con ojos nuevos

La agitación de la vida diaria, la presión de los horarios, la monotonía de lo cotidiano. . . acaban por aburrirnos. ¿Cómo evitarlo? ¿Qué hacer para que las obligaciones no resulten tediosas? ¿Hay algún modo de despertar y mantener el entusiasmo? ¿Se podrá lograr ver las cosas con ojos nuevos?

"Hay gente --decía Duhamel-que ha pasado mil veces cerca de una planta. Sin pensar en tomar una hoja para frotarla entre los dedos. Hacedlo y descubriréis centenares de perfumes nuevos. . Si tomasteis interés por una lectura, o por un paseo, si hallasteis admirable un espectáculo, invitad a todos tos que conozcáis a hacer esa lectura o ese paseo, a contemplar ese espectáculo".

Y agrega: “Poned discernimiento en vuestras invitaciones. Defendeos un poco de los escépticos, de los espíritus irónicos, contradictorios o crueles. Defendeos de ellos, pero no los abandonéis: son ovejas descarriadas cuyo regreso deberá colmar de alegría vuestro corazón. Cuando vosotros hayáis hecho confesar: ‘¡Sí, de veras que es hermoso! ¡Sí, que es interesante! ¡Vale la pena vivir!’ os podréis dormir sonrientes; no habréis perdido vuestra jornada”.

En esta época nuestra tan agitada y a menudo monótona, cuando los hombres y las máquinas parecen cantar el mismo canto o hacer el mismo ruido, cuando un día es tan igual al otro día y la rutina se nos vuelve insoportable. . . conviene detenerse y tal vez recordar la sugerencia del escritor mencionado anteriormente. Frotar la hoja de una planta, aspirar su olor nuevo, leer un buen libro o dar un paseo; y recomendar su bonanza a un amigo, o familiar, o vecino, o simplemente. . . a cualquiera que hallemos con el ceño fruncido y el semblante triste.

Debemos aprender el arte de regocijarnos con las cosas sencillas y amables de la vida. Con frecuencia, uno se concentra en los problemas más que en el vislumbrar de soluciones; vive casi las 24 horas del día como si cargara 24 kilos a la espalda. Pero, paradójicamente, de ese modo no logra hacer más cosas, ni se siente satisfecho.

Según Bruce Larson “si uno se siente miserable y aburrido en su trabajo o teme ir a él, es porque Dios le está hablando. Quiere que uno cambie de trabajo, o más bien quiere él cambiarlo a uno”.

En Arena y espuma, Gibrán describía el encuentro de un filósofo y un barredor de calles. Aquel dijo: ‘Te compadezco. ¡La tuya es una dura y sucia tarea!’ Y el barredor de calles dijo: ‘Gracias, señor. Pero, decidme. ¿Cuál es vuestra tarea’?’ A lo que el filósofo respondió: Estudio la mente del hombre, sus acciones y sus deseos.’ El barredor de calles siguió barriendo y dijo con una sonrisa: ‘Yo también te compadezco”.

A veces ambicionamos los puestos de los otros o los menospreciamos. Pero si conociéramos mejor lo que verdaderamente implican, no haríamos ni lo uno ni lo otro. Todas las tareas, por adaptadas que estén a nuestra vocación y habilidades, exigen de nosotros un cierto dolor, una cierta tristeza que a veces hasta nos hacen dudar de nuestro talento y capacidad para cumplirlas. Y todas, también, por insignificantes que parezcan, guardan una cierta belleza, una cierta poesía, que al descubrirla determina una nueva visión, una nueva perspectiva no sólo respecto del trabajo mismo, sino de toda la vida.

Eugenio d’Ors juzgaba inmoral a un caricaturista que, soñando ser pintor, despreciaba su ocupación, y llamaba a sus dibujos “tonterías” y “comercio puro”. Según d’Ors. hay una manera de dibujar caricaturas, de trabajar la madera, de limpiar las plazas o de escribir direcciones, que revela que en la actividad se ha puesto amor, cuidado de perfección, armonía y una pequeña chispa de fuego personal: eso que los artistas llaman estilo propio, y que no hay obra ni obrilla humana en que no pueda florecer; es la buena manera de trabajar. La otra, la de menospreciar el oficio teniéndolo por vil, en lugar de redimirlo y secretamente transformarlo, es mala e inmoral”.

No se trata de mera resignación o conformismo. Se trata de excelencia. Mientras nos preparamos para el cargo a que aspiramos, no desdeñemos la tarea de hoy. Sepamos descubrir en ella la poesía. . . la belleza que encierra. Poesía y belleza que nos permitirán que vayamos al taller, a la oficina, al aula o al campo, al lavadero o a la cocina, con sentido de misión.

La Biblia dice: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). Si aceptamos su consejo, aprenderemos una nueva manera de mirar. . . y de ver. Podrán entonces, seguir siendo iguales los ruidos de los hombres y de las máquinas; iguales también la calle por donde transitamos y las obligaciones a que estamos sujetos; pero ya no habrá queja. De esta nueva visión brotará la actitud esperanzada: “Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él” (Salmos 118:24).

A veces necesitamos los ojos nuevos no tanto para superar la monotonía cotidiana sino más bien para entrar en los oscuros túneles de la desilusión y del fracaso reiterado; para las ocasiones cuando no vemos la salida. ¿Qué hacer? ¿Cómo recuperar el optimismo y la confianza? ¿Podremos reconstruir lo que tantas veces hemos roto?

Jorge Vocos Lescano tituló uno de sus libros: El alma hasta la superficie. Y es eso exactamente lo que logró entregar en sus poemas. En un significativo soneto, dice:

“¿Y siempre, siempre he de mirar, Dios mío, pese a todos los años que han pasado, desnudo el campo que elegí por prado, reseco el cauce que debió ser río?

¿ Y lo que tanto quiero y tanto ansío
no habrá de ser, me habrá de ser negado?
¿ Y el corazón que entero he dedicado
por siempre y siempre he de sentir vacío?

Muchos los años son que en esto llevo, mucho el amor que he puesto y la esperanza, pero ya ves, ya ves, nada ha valido.

Sin fin me obligo a comenzar de nuevo y es inútil, lo nuevo nunca alcanza.
¿Siempre he de ser, Dios mío, el que no ha sido?”

La gran mayoría de nosotros sentimos alguna vez esta misma íntima y molesta sensación de no haber alcanzado el blanco al que apuntaban nuestros ideales. Cuando, como el poeta. traemos “el alma hasta la superficie”, reconocemos nuestra derrota. Sin embargo, es a partir de esta toma de conciencia, cuando realmente determinamos el éxito o el fracaso de nuestras vidas.

Algunos, al ver morir sus primeros ideales, no se atreven a engendrar ni a adoptar otros nuevos. Viven lo que les queda por vivir. Otros, huyen. Cambian constantemente de lugar. de trabajo, de estudio o de compañeros, no como quien busca dónde ser más útil o cómo realizarse, sino, más bien, como quien escapa de los demás y de sí mismo. Hay quienes pertenecen al grupo de los bien intencionados que nunca concretan sus buenas intenciones. Pero están aquellos que sí saben adónde se dirigen y qué deben hacer para llegar. Han considerado los costos, y están irrenunciable- mente dispuestos a pagar el precio del esfuerzo y la constancia. Estos son también los que han descubierto en la Biblia la condición y la promesa que les asegura el éxito. Dice el apóstol por inspiración divina: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada” (Santiago 1:5,6). Si dependemos de Dios, el éxito está asegurado.

Quizá la necesidad de ojos nuevos no obedece a que veamos mal, sino más bien a que vemos poco, captando su parte de la realidad. Una visión parcial es necesariamente inconclusa.

Según una antigua parábola, “cuatro ciegos fueron a ver un elefante. Uno le tocó una pata y dijo: ‘El elefante es como un pilar’. El segundo le tocó la trompa y exclamó: ‘El elefante es como un palo grueso’. El tercero le tocó la barriga y dijo: ‘El elefante es como un tonel’. El cuarto le tocó las orejas y concluyó: ‘El elefante es como un aventador’. Entonces, comenzaron a disputar entre ellos sobre la figura del elefante.

“Un transeúnte, viéndolos reñir así, les preguntó qué era lo que les pasaba. Le contaron todo y pidieron que fallara la cuestión. El hombre replicó: ‘Ninguno de vosotros ha visto al elefante. El elefante no es como un pilar. sus patas son como pilares. No es como un tonel, su barriga es como un tonel. No es como un aventador, sus orejas son como aventadores. No es como un palo grueso, su trompa es como un palo grueso. El elefante es como la combinación de todo eso”.

El caso es que a nosotros nos sucede como a los ciegos de la parábola. Tras haber considerado desde nuestros respectivos ángulos una parte del conjunto, creemos que el resto es como la parte que analizamos. Y nos atrevemos a pensar que tenemos razón.

Símaco, político y orador, decía que “el universo es u misterio demasiado grande para que haya una única interpretación del mismo”. Y convendría que nos acordáramos de ello; pues cuando nos creemos poseedores de la verdad. sólo tenemos una visión parcial de ella, en tanto el resto sigue siendo un misterio demasiado grande para que pensemos que somos sus únicos intérpretes correctos”.

Amigo lector, es interesante notar que Jesús no dijo “Yo tengo la verdad”. Lo que afirmó es: “Yo soy la verdad” (S. Juan 14:6). También dijo: “Yo soy el camino”. Por él llegamos a la verdad, y en él estamos en la verdad. Leyendo su Palabra, siguiendo su ejemplo, aceptando que é viva y se exprese en nuestro ser, podremos decir que estamos conociendo la verdad. Libres ya de nuestra suficiencia propia, veremos con ojos nuevos. Con esa nueva óptica veremos a los otros no como a rivales, sino como a hermanos y condiscípulos nuestros, alumnos todos del único que es La Verdad. Se cumplirá entonces en nosotros la respuesta de Jesús: “Conoceréis la verdad, y la verdad os libertará” (S. Juan 8:32)

Dr. Frank González