jueves, 8 de enero de 2009

Dios y la guerra

Dios y la guerra

Lecciones en torno a los acontecimientos relacionados con los antentados del 11 de Septiembre
Pr. Edwin Lopez

Después de los devastadores sucesos desencadenados por los atentados del 11 de Septiembre, muchos interrogantes han golpeado la mente de todos nosotros.
¿Por qué Dios permite tales cosas? ¿Son estos acontecimientos algún juicio divino contra una ciudad y una nación embriagada de autoindulgencia e inmoralidad? ¿Y qué acerca de la guerra? ¿ Aprueba Dios la guerra que los Estados Unidos le declararon al terrorismo en general y a Afganistán en particular?

No pretendemos responder en forma definitiva estos interrogantes, pero sí buscamos proveer algunas reflexiones extraidas de la Palabra de Dios que nos ayudarán a formarnos una mejor comprensión de las circunstancias y eventos que se están desarrollando delante de nosotros.

LA GUERRA Y EL ODIO PROVIENEN DE SATANAS. La Palabra de Dios es clara al respecto. Dios no es el autor o el inventor de la guerra. El primero en llenar su corazón de celos, rencor y odio fue un ángel sublime y fuerte quien habitaba junto al trono de Dios (Ver Ez.28: 13-18). Ese ángel, a quien la Biblia llama Lucifer, vino a ser Satanás, el Archienemigo de Dios y por ende de toda justicia. En vista de que no podía vivir bajo los principios divinos, decidió declararle la guerra a Dios. Así, la primera gran guerra que jamás hubo en el Universo tuvo lugar en el cielo (Apoc. 12: 7-9).

EL ADVENIMIENTO DEL PECADO Y LA REBELION POR PARTE DE SATANAS CAMBIARON EL ORDEN DE FUNCIONAMIENTO DEL UNIVERSO Y EN FORMA ESPECIFICA EL DE LA TIERRA. Este planeta no fue concebido por la mente divina para ser lo que hoy es: un sitio de dolor y muerte. Originalmente, nuestro mundo fue un sitio de perfecta armonía física, moral y espiritual. No había pecado, hasta que Satanás, quien había sido expulsado del cielo se posicionó de este planeta haciendo pecar a Adán y Eva (Véase Genesis cap. 3) Así fue modificado en forma pemanente el orden de nuestro mundo. La muerte y el dolor serían parte de la existencia cotidiana. Los celos, el orgullo, la envidia, la venganza, el odio, y tantos otros rasgos destructivos vinieron a ser características propias de la raza humana. Ahora Dios tendría que desarrollar su trato con los seres humanos dentro de esos nuevos términos. Dios no eliminaría la ley CAUSA-EFECTO; sino que conduciría los asuntos de este planeta respetando el nuevo orden hasta que El mismo pudiera restaurar el planeta a su estado original.

LAS DESGRACIAS Y LAS TRAGEDIAS NO SON CAUSADAS POR DIOS, PERO EL LAS PERMITE DENTRO DE SU NUEVA FORMA DE RELACIONARSE CON LOS SERES HUMANOS. Hasta que el pecado sea extirpado del mundo, el amor de Dios y su poder en este mundo coexistirán con el mal y el poder satánicos. No hay otra opción. Dentro del nuevo orden establecido por la aparición del mal en el mundo, la relación entre Dios y sus criaturas no estaría basada en un acuerdo de protección incondicional sino en una relación de fe y amor completamente independiente de las tragedias y el dolor que de todos modos serían inevitables. Dentro del nuevo orden, Dios no se compromete a evitar el dolor de sus hijos, ni de nadie. Tiene que ser así por causa del egoísmo inherente al ser humano. Los hombres no han de buscar a Dios a cambio de protección y seguridad material. Eso sería negar los principios sobre los cuales su gobierno se basa, a saber: el amor y la obediencia a su santa voluntad. El orden establecido por Satanás en este mundo se basa en el egoísmo. El plan de Dios es volver a implantar su sistema, su gobierno. Pero para ello, deberá primero eliminar el gobierno de Satanás. Como Dios no es arbitrario, El le ha dado tiempo a Satanás de demostrar los principios de su gobierno. Aunque a nosotros nos pudiera parecer que Dios le ha dado demasiado tiempo (a Satanás), la verdad es que no. Recordemos que para Dios mil años son como un día (2 Ped. 3:8).

LA SEGURIDAD Y PROTECCION DIVINAS SE RELACIONAN CON LA ETERNIDAD Y NO CON ESTA VIDA. Los que aceptan entrar en esa relación de fe y de amor con Dios, quedan apartados para la eternidad. La Biblia dice que volverán a vivir (Is. 26:19), aunque en esta vida tengan que morir. La mayor recompensa de vivir en estrecha relación con el Señor ahora, es la alegría de ver arrancados de nuestra alma aquellos principios satánicos que tanto dolor producen: el egoísmo, el odio, la venganza, los celos, la envidia, etc. Ya no son parte de nuestra naturaleza, sino que una nueva naturaleza es implantada dentro de nosotros. Eso cambia por completo nuestro punto de mira de la vida. Ya no vemos las cosas desde un ángulo empañado por nuestros estrechos intereses, sino que las vemos con una actitud de amor, de contentamiento, de gozo y de servicio al prójimo. Tal transformación interior le otorga un significado distinto y positivo a nuestra existencia, pero sobre todo: nos prepara para disfrutar la Vida Eterna.

LAS TRAGEDIAS SON LA OPORTUNIDAD DE DIOS PARA FORTALECER Y CONSOLAR A LOS QUE TIENEN FE EN EL. En ese sentido, podemos llamar a las tragedias “juicios divinos”, cuyo propósito es acercar al hombre a El. Dios está presente doquiera haya dolor y muerte. Según San Juan 11, Jesús estuvo junto a las hermanas de Lázaro para consolarlas y llevarlas a confiar en su amor y poder. Con tierno amor, hoy El nos dice: “Yo soy el que estuvo muerto y vivió... No temas en nada lo que vas a padecer... seréis probados... tendréis tribulación. Sé fiel hasta la muerte y yo te dará la corona de la vida.” (Apoc. 2:8-10). Se calcula que más de cinco millones de personas murieron en los campos de concentración de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. En uno de esos campos de concentración, Awshwitz, Polonia, dormían hasta 6 hombres escuálidos y hambrientos en una barraca. Luego, los llevaban a las cámaras de gas donde morían por miles de una sola vez. En la celda 1456, sin embargo, un prisionero escribió en una tablita sobre la pared: “Dios estuvo aquí”. Aquel prisionero, en su hora de supremo sufrimiento en aquel horrible lugar, pudo percibir la presencia divina con él. Esa horrible mañana del 11 de Septiembre, Dios descendio hasta las torres gemelas en la forma de esos cientos de bomberos que dieron sus vidas para salvar a otros; en la forma de cientos de policías que se olvidaron de sí mismos para ayudar a otros; en la forma de los desconocidos que daban su mano al que necesitaba ayuda. Y Dios se presentó en tu vida y la mía para hacernos recapacitar y reconsiderar nuestro propios caminos.

DIOS CONVIERTE LAS TRAGEDIAS EN UNA HERRAMIENTA PARA MANTENERNOS ENFOCADOS, EN PERSPECTIVA. PARA ENSEÑARNOS CUALES SON LAS VERDADERAS PRIORIDADES DE LA VIDA. Veamos lo que dice Luc. 12:15: “La vida no consiste en la abundancia de los bienes que posees”. Las tragedias nos enseñan que la vida no es un derecho, sino un don. Mientras se nos dé tal don, hemos de utilizarlo para producir vida en otros. La vida egendra vida. Mientras tengamos vida, hemos de utilizarla para buscar a Aquel que nos la da y para enseñar a otros el camino de salvación. La mayor tragedia en la historia de la humanidad fue a la vez el momento más glorioso: el Hijo de Dios muriendo en una cruz. Esa tragedia trajo más luz y vida que ninguna otra.Quizás la mayor tragedia de los Estados Unidos no sea la del 11 de Septiembre, sino la que día a día se escribe en la vida de millones de almas que van buscando sus propios placeres, hundidos en el más puro materialismo, corriendo detrás de la autoindulgencia y olvidando los valores más significativos de la existencia.

LAS TRAGEDIAS SON UNA SEÑAL DE QUE CRISTO PRONTO VOLVERÁ PARA IMPLANTAR SU GOBIERNO. El así lo dijo (Léase Luc.21:25-27). A medida que se acerque la Venida de Jesucristo, las tragedias aumentarán y el costo en pérdidas humanas y económicas será inimaginable. Pero para los que han entrado en esa relación de pacto con El, esto será un anuncio de que pronto le veremos.

La Venida de Jesús es un hecho real aunque lo ignoremos. El dijo: “Volveré” (Juan 14:1-3). El nunca mintió, por lo tanto no debemos dudar. El está viniendo, y parte de la preparación de este planeta para su advenimiento incluye la intensificación de la angustia entre las gentes. Recordemos que el archienemigo de Jesús sabe que tiene poco tiempo: “¨¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Apoc. 12:12).

Las conflagraciones que hoy nos dejan perplejos tienen un hondo significado para los que hemos creido en Jesús. Son llamados a prepararnos para recibirlo en Gloria. ¿Aceptarás el llamado a entrar en un pacto con El, sabiendo que muy pronto vendrá para recoger a su pueblo?

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