jueves, 8 de enero de 2009

Un Glorioso Destino

Un Glorioso Destino
Se está acercando el acontecimiento más glorioso de la historia humana. Y sin embargo, para algunos vendrá con el espantoso y alarmante terror de un ladrón que entra de repente a nuestro hogar a la medianoche. Hoy descubriremos porqué la venida gloriosa de Jesús será una sorpresa tan grande para muchísimos. Y nos vamos a enterar de cómo nos podemos preparar para ese “encuentro con el destino”.

Como sabemos, para el cristiano no existe un faro, una guía más segura para poder discernir el futuro que nos aguarda, que la Biblia, la Palabra de Dios. Y allí encontramos un cuadro verdaderamente optimista, luminoso, que debe llenar de gozo nuestro corazón. En su primera carta a los tesalonicenses, el apóstol Pablo pintó una escena gloriosa del regreso de Cristo a esta tierra, de un Salvador que llegará en las nubes y se llevará a los creyentes hacia el cielo. Era un mensaje de consuelo para aquellos que habían perdido a sus amados. Era un mensaje de consuelo para las personas que estaban soportando la persecución. Pero entonces él dirigió su atención a una pregunta que los tesalonicenses se hacían. Y esa misma pregunta es la que todavía preocupa a los creyentes hoy.

¿Cuándo? ¿Cuándo sería la hora del regreso de Cristo?

El apóstol describe en su carta la hora del regreso de Cristo, diciendo así: “Hermanos, acerca del tiempo y del momento, no necesitáis que os escriba. Porque vosotros sabéis bien, que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche” (1 Tesalonicenses 5:1, 2). Es interesante saber que mucha gente en la época de Pablo especuló bastante acerca del “tiempo y del momento” y el “día del Señor”. Algunos de los primeros cristianos discutieron si los justos podrían apresurar el tiempo del fin, o si simplemente vendría cuando Dios lo dispusiera. Otros pocos desarrollaron esquemas detallados para predecir cuando estaba por ocurrir.

Eso todavía está pasando hoy. Pero, aparentemente, Pablo no quiso adherirse a ninguna de las teorías que predominaban. Les había dado una idea general de los tiempos del fin a los tesalonicenses. Les había dado una idea muy específica de cómo vendría Cristo. Y lo dejó allí. Su única respuesta a la especulación acerca de cuando sería, era hacerles recordar que “el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche”. Pablo estaba más preocupado en estar listo para ese acontecimiento que en conocer el momento. Y él dijo, en efecto, que va a ser una gran sorpresa, una sorpresa muy impresionante. El explica la imagen de! ladrón de Primera Tesalonicenses capítulo 5, que inesperadamente llega en la noche, con estas palabras: "Cuando digan: 'Paz y seguridad', entonces vendrá sobre ellos repentina destrucción, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán".

Los emperadores romanos habían hablado mucho de establecer paz y seguridad en su extenso imperio. Tanto el imperio como sus emperadores tenían un dicho, un lema. Lo llamaban “Pax et securitas”, que quería decir “Paz y seguridad”. Pablo dijo que la destrucción repentina caería sobre aquellos que estaban involucrados en el poder del imperio; aquellos que se jactaban de sus conquistas, de repente estarían en convulsiones de terror. Cualquier paz basada en poseer algo en la tierra se evaporaría. El apóstol Pablo estaba desafiando a la complacencia, a la seguridad falsa. Estaba desafiando a personas que se aislaban de Dios. Ese es un obstáculo grande en estar listo para el regreso de Cristo.

Pero, ¿dónde deja esto al creyente? ¿Acaso los creyentes tienen que estar anhelando que Cristo venga... como un ladrón? Pablo da la respuesta en los versículos cuatro al seis del mismo capítulo cinco. Dice allí: “Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como un ladrón. Vosotros todos sois hijos de luz e hijos del día. No somos de la noche, ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios”. El apóstol nos ayuda a entender algo muy importante acerca de la Segunda Venida de Cristo. Cristo no quiere venir como un ladrón en la noche. El parecerá venir como un ladrón sólo para los que estén dormidos, espiritualmente dormidos, espiritualmente muertos.

Pablo, sin embargo, expresa la confianza, la certeza. Ustedes son hijos de luz, les dice a los creyentes de Tesalónica. El día del Señor no les sorprenderá comO un ladrón. ¿Por qué? No porque sabemos la hora exacta, pero porque estamos listos. No porque Dios nos ha revelado el momento preciso, pero porque nos entregamos a él en este momento. Somos hijos de luz. No estamos dormidos espiritualmente.

Existen dos tipos de personas. Dos destinos. Un grupo listo para el regreso de Cristo. Un grupo tomado por sorpresa. Un grupo atraído por la luz. El otro corriendo hacia la oscuridad. Allá por 1820, el estado de la
India llamado Kolhapur estaba siendo aterrorizado por una peligrosa pandilla de ladrones. Y el rajá, o gobernante, de Kolhapur parecía ser incapaz de pararlos. Ésta era la época de poderosos maharajás que se vestían con sedas exquisitas y se rodeaban con oro y con piedras preciosas. El rajá de Kolhapur tenía recursos abundantes a su disposición. Así que él aumentó el tamaño de su ejército personal. El mismo seleccionó a los guardias que estarían a su alrededor y cuidarían sus objetos de valor. Pero la pandilla de ladrones continuaba robando su tesorería y saqueando a los campesinos. La palabra del rajá era ley en esas tierras. Y a veces tronaba con furia: “iEsos diablos, deben detenidos! ¡Quiero que se aprese a su líder, y que se lo mate; y lo quiero ahora mismo!” Pero nadie nunca agarró al infame maleante. La pandilla siguió robando y matando por el resto de la vida del rajá. Y eso se debía, aunque cuesta creerlo, a que el rajá de Kolhapur tenía dos personalidades, una buena y otra mala. De día, él era el orgulloso soberano protector, demandando la justicia y el orden. De noche, él encabezaba esa pandilla de ladrones feroces. ¡El saqueaba su propio reinado y se robaba a sí mismo!

Amigos, el ladrón en la noche que tenemos que temer no es Cristo... ¡somos nosotros! Nosotros somos los que podemos tratar a ese glorioso acontecimiento como una terrible visita a la fuerza. Lo hacemos cuando preferimos ocultarnos en la oscuridad. Lo hacemos cuando continuamos la conducta destructiva que carcome nuestra misma relación con Dios. Pero así no es cómo Dios lo quiere. El no quiere venir como un ladrón. El está viniendo para rescatar a sus hijos de luz. El apóstol Pablo quiere que nosotros veamos los tiempos del fin con esa perspectiva, cuando dice: “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros, para que... vivamos junto con él” (1 Tesalonicenses 5: 9, 10).

Los hijos de luz tienen un destino: la salvación en Jesucristo. Pablo no nos insta a estar alertas en el sentido-de estar temerosos o ansiosos. No seguimos mirando con vigilancia porque Dios está tratando de sorprendernos. No; estamos alertas y a la expectativa porque estamos seguros de nuestro destino. Sabemos que es nuestro Amigo quien está por venir, aquél que murió por nosotros. Nos consolamos entre nosotros con esta esperanza luminosa. Nos alentamos entre nosotros con esta gran expectativa. Eso es lo que significa estar vigilando en vez de durmiendo en el día del Señor. Este grupo tiene un rumbo claro. Pero las personas que están dormidas espiritualmente.., no saben a donde están yendo. Pueden estar en movimiento, pero no saben a donde van.

Un sabio distraído viajaba un día en tren, totalmente absorto en su lectura. El revisor de los boletos pasó y le pidió el suyo. El sabio rebuscó en sus bolsillos, tratando de encontrarlo, pero no lo podía hallar. Volvió a hacerlo otra vez, con bastante preocupación. Después de esperar un rato sin resultado positivo, el empleado del tren le dijo bondadosamente: “No importa, señor, cuando lo encuentre, envíelo por correo a la compañía. Estoy seguro que usted lo tiene”. El sabio, con verdadero pánico contestó: “Yo sé que lo tengo. Pero lo que quiero saber es, ¿a dónde es que estoy yendo?” Se había olvidado del punto final de su viaje.

Aunque parezca una exageración, algunas personas religiosas son parecidas a este sabio. Saben que se subieron al tren correcto en algún momento en sus vidas. Se unieron a la iglesia. Pusieron sus nombres en la lista de iglesia. Pero se han dejado absorber por otras cosas. Han perdido su sentido de dirección. Ese boleto al cielo está escondido en algún lugar en el fondo de sus bolsillos, casi totalmente olvidado. Tienen que sacarlo para acordarse a donde están yendo. Aquellos que están durmiendo han perdido su sentido de dirección. Han perdido su sentido del destino. Lo que Dios quiere que tengamos es un sentido seguro de ese destino.., ahora en el presente. Aquellos que están despiertos, espiritualmente, están alertas. Saben a donde están yendo... en lo profundo de sus corazones, el cielo es su hogar. Se están poniendo la coraza de fe y de amor. Están siendo establecidos en toda buena palabra y obra. No necesitan un boleto que les haga recordar su destino.

¿Cómo nos preparamos para el regreso de Cristo? ¿Cómo nos mantenemos alertas? Primero, nos convertimos en los hijos de luz. Como Pablo dice: “Los que somos del día, seamos sobrios, vistamos la coraza de la fe y del amor...” (1 Tesalonicenses 5:8). Seguimos respondiendo a lo que Dios nos está diciendo. En segundo lugar, cobramos un sentido seguro del destino. Seguimos creciendo hacia nuestro destino en Cristo. Pablo afirma que Dios nos ha designado “para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo”. (1 Tesalonicenses 5:9).

Ahora veamos la tercera cosa que caracteriza a aquellos que están listos para que Cristo vuelva. Es algo muy simple. Es el fundamento de mucho de lo que Pablo les escribió a los tesalonicenses . Tiene que ver con el deseo que Cristo venga. En 2 Tesalonicenses, capítulo uno y versículo diez, Pablo ve la Segunda Venida del siguiente modo: “en aquel día, cuando Cristo venga para ser glorificado en sus santos y ser admirado por todos los que creyeron .El ve al glorioso Cristo como un motivo de gran admiración. Lo que está claro aquí es lo siguiente: Pablo quería que Jesús viniera. Él estaba esperando, de todo corazón, la venida de Jesús.

A veces nos tenemos que preguntar... ¿quiero yo sinceramente que Jesús venga? ¿Es ése mi deseo, en realidad? No podemos fabricar el deseo. Ese deseo es el resultado de una relaci6n cariñosa con Cristo. Si uno está seguro que Cristo es su Salvador, si uno está seguro que Cristo es su amigo, entonces, por supuesto, lo quiere ver cara a cara. Preguntémonos sinceramente: ¿Quiero que Jesús venga?

Dr. Milton Peverini

1 comentario:

  1. Hola hermano, perdón por escribir, sé que es una publicación vieja, pero como me gustaría predicar éste tema, desearía saber si es una historia o fantasía lo del rajá de kolhapur. Desde ya muchas gracias. Bendiciones!

    ResponderEliminar