jueves, 8 de enero de 2009

EL REINADO DEL AMOR

EL REINADO DEL AMOR

Como bien se ha dicho, el amor es más que una palabra. Es más que un sentimiento pasajero que arrebata el corazón. Es un principio de conducta que se aplica a la vida cotidiana. Douglas Cooper lo definió así: "Es usar el poder de elegir dado por Dios, para decir o hacer lo que es para el mayor provecho y para el mayor bienestar de otra persona". En una palabra, es el ansia constante y sinceramente sentida de inundar de bien a un semejante. No se trata de un sentimiento etéreo o difuso, sino de un principio de aplicación real y práctica en esta tierra.


El amor se manifiesta de muy diversas formas. Así como un rayo de luz se fragmenta y proyecta en variados colores al pasar a través de un prisma, de igual modo cuando el amor se introduce en la vida se manifiesta de diversas maneras. En el capítulo del amor, el apóstol San Pablo hace la siguiente descripción de este don celestial: "El amor es... (1 Corintios 13:4-8).


En primer término, el apóstol indica que el amor es sufrido; sabe esperar; es paciente. Y dicho atributo o característica del amor es de singular significado en un mundo donde prevalece la impaciencia y la intolerancia. La persona que ama de verdad está dispuesta a pasar por alto las faltas del ser amado. A pesar de las frustraciones, los desaires y la ingratitud de que es objeto, sigue manifestando paciente y perseverantemente su amor. ¿Quién no ha admirado el amor de una madre hacia un hijo descarriado, o bien, el amor de una esposa por el marido indigno? La bondad es un fruto natural del amor. De ahí que una persona amorosa, en el correcto sentido de la palabra, sabe comprender y simpatizar con aquellos que afrontan luchas y dificultades. Siempre busca una interpretación caritativa de las acciones de los demás.


Por otra parte, de acuerdo al pasaje inspirado, "el amor no tiene envidia" hace que uno se goce sinceramente con el éxito ajeno. Disfruta de los triunfos y el bienestar del prójimo como si fueran logrados por uno mismo. Declara además la Escritura que el amor no es jactancioso, no se envanece. Vale decir, que no busca el reconocimiento y la alabanza de los demás. No está ansioso por impresionar a los demás. La persona impulsada por el verdadero amor no hace ostentación de sus méritos y cualidades. No se da tono. Hay quienes parecen obsesionados por el ansia de acrecentar su reputación personal. Procuran atraer la atención sobre sí mismos de un modo u otro, olvidándose que el amor genuino se reviste de modestia y humildad. A propósito, a una jovencita envanecida por unos cumplidos que le habían dirigido, su padre la aconsejó de este modo: "Si lo que elogian es tu juventud, hija mía, a los 16 años la belleza no es mérito en una mujer. Pero si eres bella a los 60, lo serás por obra de tu propio espíritu. Entonces podrás enorgullecerte de tu belleza y ser amada por ella". El amor confiere la belleza duradera, o sea, la del carácter. La de un espíritu resignado, bondadoso y sencillo. El amor no está ansioso por causar una impresión, ni tiene ideas infladas de su propia importancia. ¿Qué significa esto? Tal vez quiere decir que una persona que ama en forma genuina se preocupa tanto de los demás que se olvida de sí misma. No está concentrada en sí misma sino que se da por entero al ser amado. No le preocupa la posición, los títulos, la promoción ni el prestigio, porque se ha dedicado de lleno a la búsqueda de la felicidad y el bienestar de los que viven a su alrededor. Y como dice un escritor: "Los que descubren esta clase de amor son felices. No es que busquen la felicidad, sino que ésta entra por una puerta que ellos no sabían que había quedado abierta. Al olvidarse a sí mismos encuentran el verdadero significado de la vida. Están adornados de lo que podría llamarse un amor modesto, sin pretensiones".


El pasaje bíblico que estamos comentando agrega que el amor "no hace nada indebido", o sea, que no es arrogante ni grosero. ¿Qué quiere decir con esto el apóstol San Pablo? Significa que la persona que ama toma en primer término los intereses del ser amado y que por ningún motivo hará nada que ofenda o rebaje a la otra persona. Se comporta de tal modo que no hiere la sensibilidad del prójimo.


Hermanos, un cristiano genuino es una persona cortés. Y "la esencia de la verdadera cortesía es la consideración a los demás". Si aplicáramos constantemente la regla de oro en el trato con nuestros semejantes, ¡cuán diferente sería la vida, cuánto mejor sería el mundo y cuánto más felices seríamos nosotros mismos! Dice el Espíritu de profecía: "Las pequeñas atenciones y los actos de amor y sacrificio que manan de la piedad tan dulcemente como se difunde la fragancia de una flor, constituyen una gran parte de las bendiciones y felicidades de la vida" (Meditaciones matinales, pág. 133). Así es; la vida se compone de pequeños actos de amor y bondad. Y si los ejercitamos en forma diaria y desinteresada --especialmente en el seno del hogar--, veremos que la existencia se torna realmente hermosa.


El amor "no busca lo suyo". La tendencia natural del ser humano es satisfacer primero el yo, luego el yo, y siempre el yo. Pero impulsado por el amor se produce un cambio fundamental. Se ama a los demás como a uno mismo, o sea, que nuestros semejantes pasan a ocupar el primer lugar en nuestros intereses. "El amor--añade el apóstol--, no se irrita, no guarda rencor". Una persona que ama de verdad, es capaz de soportar las faltas del ser amado y sus imperfecciones sin perder la calma. Los errores de la otra persona y sus palabras exasperantes, todos van a morir a la gran fuente del amor. Esta clase de amor no se complace en enumerar las faltas del prójimo, ni repite los chismes que se dicen acerca de alguien. Es un amor que no se goza con la injusticia, sino que se goza de la verdad. No se solaza en escuchar los errores cometidos por los otros, sino que encuentra placer en las virtudes y cualidades de sus semejantes. Se goza en lo bueno, se goza en la verdad. Dice una leyenda que una multitud se había detenido en el camino en torno a un perro muerto. De diversas formas todos expresaban su repugnancia y molestia por el animal. De pronto se acercó Cristo, quien luego de observar al perro en forma bondadosa, declaró: "Mirad qué dientes blancos tiene". Todo es mejor cuando lo miramos a través del lente del amor.


La descripción que el apóstol San Pablo hace del amor alcanza un tono sublime cuando declara que el amor "todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser". ¡Qué síntesis maravillosa de este atributo que proviene del corazón de Dios y que está destinado a enraizarse en el corazón humano! Aunque nos parezca una meta imposible de alcanzar, el excelentísimo camino del amor es la senda por la cual todos debemos transitar.


¿Cómo es posible amar de verdad en un mundo saturado de egoísmo? ¿Cómo puede ser enternecido nuestro corazón de piedra y transformado en un corazón de carne, del cual fluya el amor como el agua del manantial? Declara el apóstol: "En esto... (1 S. Juan 4:9-11). Aquí está el secreto. Jesucristo vino a este mundo para mostrar el infinito amor de Dios, y lo hizo en una medida inconmensurable, sufriendo por nosotros en la cruz del Calvario para salvarnos del pecado. Y ese su sacrificio, esa su sangre bendita, nos ha comprado para que nosotros vivamos por él y para él. Cuando aceptemos el amor de Cristo, cuando permitamos que él viva en nuestras vidas, entonces reinará el amor, y éste se manifestará constantemente en nuestra manera de actuar. Ya no vive nuestro yo egoísta y pecaminoso. Como dice el apóstol San Pablo: "Ya no vivo... (Gálatas 2:20).

Lo que nos impulsa es el amor de Cristo; eso es lo que nos constriñe en cada una de nuestras palabras y acciones. Queremos vivir de modo que agrademos a aquel que murió y resucitó por nosotros.


Es Cristo quien da la capacidad de amar, convierte nuestros corazones y los llena de gracia y de paz. Pidámosle hoy a Dios que nos ayuda a amar de verdad; que nos enternezca y transforme en cristianos bondadosos y amantes. Esa es la gran necesidad del mundo. Sería inútil conocer todas las profecías, doctrinas y misterios de la Sagrada Escritura y vivir sin amor. El mejor testimonio y prueba de que Dios existe es justamente un cristiano amante y amable, que tanto en el seno de su hogar como en su esfera de trabajo, llene de felicidad la vida de los demás. Si obramos así, seremos felices nosotros mismos, y al final de nuestro recorrido escucharemos estas benditas palabras del Señor Jesús: "Venid... (S. Mateo 25:34).


Amemos cada día. La recompensa que ofrece el Señor es maravillosa. Podremos ver cara a cara a aquel que por amor a nosotros murió y resucitó a fin de darnos vida eterna.

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