jueves, 8 de enero de 2009

ZAQUEO

ZAQUEO

Leer: Lu. 19.1-10

¡Qué cosa asombrosa es el paso del tiempo!... Fluye y fluye hacia adelante sin cesar. Cada minuto, cada segundo, pasan una sola vez, y así también pasan las oportunidades. No pueden volverse atrás. Qué oportunidad aquella... Jesús pasaba por Jericó. Solo unos minutos, quizá una hora. Y Zaqueo lo sabía.

Nos dice el relato de la Biblia (v3) que él procuraba ver a Jesús. ¿Por qué un hombre como él, que era rico y tenía un alto cargo y un trabajo que le ocupaba mucho, quería ver a Jesús? ¿Curiosidad? Quizá un poco. Pero creo que lo que más le impulsaba, era ese vacío que sentía en su interior. Esa tristeza crónica que ni el dinero ni el trabajo ni el alto cargo podían quitar. Esa opresión del corazón que Zaqueo sentía en aquellos días en Jericó, pero que también el hombre siente hoy. Esa soledad profunda aunque estuviese rodeado de personas. Ese grito del alma que no se conforma con una vida tan hueca.

Sin embargo, había dos "impedimentos" que estorbaban a Zaqueo en su propósito de ver a Jesús. Uno, era inherente a él mismo: su estatura; el otro era exterior: una multitud que se interponía. Así también hoy los hombres y las mujeres, son estorbados en la visión correcta de Dios y de su Hijo Jesucristo. El impedimento interno, es su estatura espiritual, su naturaleza humana corrupta, mezquina, egoísta e incrédula. Esta naturaleza los ha hecho mentir, robar, fingir, adorar a dioses falsos, engañar a los demás y engañarse a si mismos. Todo esto, llamado pecado, crea una barrera, una verdadera división entre el hombre y Dios. El obstáculo externo, consiste en una "multitud" de problemas, accidentes, situaciones, circunstancias, calamidades y también ideologías falsas, a veces elaboradas con un aspecto "científico", corrientes de pensamiento con mucha reputación humana, pero erradas y necias, negando la existencia de lo evidente o pintando con la ayuda del "enemigo de las almas".

Pero Zaqueo no se detuvo a causa de estos impedimentos; buscó algo que le ayudara a salvar los obstáculos de su baja estatura y de la multitud que estorbaba. Y encontró un árbol sicómoro y allí ubicado entre sus ramas, tuvo un punto de vista diferente para ver a Jesús. Nuestro árbol, es la Biblia; las maravillosas verdades del evangelio nos dan una visión correcta de Dios. Derrumban la imagen mezquina que la religión tiene de Jesucristo. Sabes, Cristo te ve; Cristo nos ve a todos. El ve tu necesidad; el ve los detalles de tu situación; conoce tus circunstancias y sabe que quizá tu problema no tiene solución desde el punto de vista humano. El te ve y sabe de tu desaliento, de tu desesperanza. El ve a los pájaros y dice la Biblia que "ninguno de ellos cae a tierra sin vuestro padre" y "más valéis vosotros que muchos pajarillos". Pero Cristo te llama. Le dijo date prisa: cuando el Señor llama no conviene demorar. Cristo llama para salvación. Es un llamado urgente. También le dijo: es necesario que pose yo en tu casa... : Es necesario que Cristo pose en nuestro corazón. ¿Vive Cristo en ti? O tan solo es un forastero al que solo de vez en cuando le prestas alguna atención?

Dice el pasaje en el que estamos meditando, que Jesús le dijo a Zaqueo: Desciende. Desciende nos dice hoy Jesús a ti y a mí. Desciende del pedestal de tu orgullo, del estrado de tu propia justicia. Desciende de la suficiencia de tus propios ideales y de tu propia manera de pensar. Humíllate ante Aquel que es tu creador, reconoce a Aquel que es la verdad y te muestra tu equivocación. Dile Señor me equivoqué, Señor he vivido dándote las espaldas, te he ignorado he desdeñado tus consejos y tu justicia llevada a cabo en la Cruz para tener la mía propia. ¡Señor he pecado!

Dice que cuando Zaqueo descendió y abrió su casa, ¡le recibió gozoso! .Aquel triste Zaqueo aquel jefe de los publicanos solitario y pequeño, ahora tenía gozo. Al igual que tú si le abres tu corazón a Aquel que morará para siempre contigo.

Dice en el versículo 7 del pasaje leído que la multitud murmuraba. Siempre que alguien se decide a seguir a Jesús habrá quien murmure; habrá quien se oponga. Puede ser un pecado que no queremos abandonar, una religión o una tradición que no queremos dejar. Alguna amistad que nos criticará. A Zaqueo no le importó lo que dijeran. Y el fue salvo. Lo serás tú? Dios quiera que si. El te llama... ¡ Date prisa! Desciende y recibe a tu Salvador. Dile: Señor, quiero que entres a mi vida, a mi corazón, y me des esa vida que perdura esa vida nueva. Te acepto como mi Salvador y mi Señor. Límpiame Señor de todos mis pecados. Amén

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