jueves, 8 de enero de 2009

Un Refugio para Todos

Un Refugio para Todos

FUENTE: LA VOZ DE LA ESPERANZA
!Guerra en el Medio Oriente! Crimen en casa! Desastres naturales! ¿Tiene Dios un mensaje para nosotros? En este mundo hay gente que no querría hacer caso aunque un ángel bajara del ciclo para hablarles. Pero ha\ muchos otros que se sentirían felices si un ángel bajara del cielo trayéndoles un mensaje personal de Dios. Y en efecto. Dios tiene un mensaje para ellos, que vamos a compartir!

Algunas de estas personas que están dispuestas a escuchar, son madres que luchan solas tratando de mantener unida a su pequeña familia; otros. son hombres que trabajan duro para salir a flote con las finanzas del hogar: hay, también, enfermos hospitalizados que se preguntan si alguna vez van a mejorar: otros, palestinos sumidos en la pobreza y el terror por los tanques israelitas; algunos, son israelitas que temen caminar al almacén, por miedo a un bombardero suicida: o niños que no quieren jugar en la calle por temor a que un secuestrador los arrebate y se los lleve en su automóvil; otros, oficinistas que no se atreven a aceptar un trabajo que los obligue a estar en algún rascacielos de la gran ciudad donde viven. Sí, y gracias a Dios, también hay algunos presos que, a pesar de hallarse en sus celdas, y hasta en confinamiento solitario, también escuchan.

En la Biblia hay un libro que parece haber sido escrito especialmente para los temerosos, los que se sienten indignos: es el libro de los Salmos. Buscamos allí el Salmo 46. que parece haber sido compuesto pensando precisamente en nuestros días, en los cuales vivirnos temerosos de la guerra en el Medio Oriente, del crimen en nuestro propio vecindario, del próximo huracán o terremoto, o de las travesuras climatológicas de El Niño. No necesitarnos que se nos conceda algún diploma especial que certifique nuestra santidad antes de leer este salmo, considerándolo un mensaje que surge directamente desde el corazón de Dios y se dirige a nuestro propio corazón indigno. Es intensamente personal, y está dirigido a todos los que se hallen dispuestos a aceptarlo. Cuando dice “nuestro o “nosotros ‘, se refiere a ti. amigo o amiga de La Voz.

“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1). A veces, David (que escribió la mayoría de los salmos) dice que Dios es una torre o un castillo en el cual podemos refugiamos en tiempo de guerra; y las puertas de esa fortaleza están abiertas día y noche. No importa quién seas o dónde estés, o aun cuán malo seas, se te invita a clamar diciendo: “Abba, Padre”. Dios “recibe a los pecadores” (S. Lucas 15:2). La idea es que él es el Señor del castillo, que deja que cualquier pecador venga a comer, como si fuera un huésped especial (y en Cristo lo somos, efectivamente).

Oh. sí! Es cierto que muchos entran, se alimentan hasta saciarse. y luego se van, llenos de odio contra el Rey. Pero Cristo murió por “todos” nosotros; y si bien es cierto que muchos rechazan su amor, gracias a Dios no todos lo hacen. Hay muchos cuyos corazones son tocados por la gracia divina. Y esa gracia “nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente, mientras aguardamos la bendita esperanza, la gloriosa aparición de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo; quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimimos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14).

A Dios le complace presentarse a todo individuo temeroso como un “refugio”, porque en la Biblia leemos no menos de 37 veces que abre la puerta a cualquiera que en su angustia se dirige a él huyendo del peligro

Hace mucho tiempo que el Señor procuró impresionar con esta verdad el corazón de su pueblo, que moraba en la tierra que él les había prometido. Lo hizo estableciendo seis ciudades esparcidas a intervalos convenientes por todo el país, las cuales fueron designadas como “ciudades de refugio”. Por ejemplo, si alguien estaba cortando un árbol y se le resbalaba el hacha, hiriendo de muerte a otra persona, el pariente más cercano al muerto tenía derecho a quitarle la vida en venganza. Pero el “homicida” podía dejarlo todo y huir a la “ciudad de refugio” más cercana; allí estaría a salvo mientras la corte determinaba su inocencia. ¡Las puertas de esas ciudades nunca se cerraban ante los fugitivos! Vayamos al Señor, que es nuestro Refugio, nuestro poderoso Ayudador en tiempo de necesidad.

“Por eso, no temeremos, aunque la tierra sea removida, aunque se traspasen los montes al corazón del mar, aunque bramen y se agiten sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su furia” (Salmos 91:2, 3).

Nunca se ha visto un cataclismo así tan terrible, a excepción del gran diluvio universal en tiempos de Noé. Pero Jesús nos asegura que cuando él vuelva, nuestro planeta será destruido. No por eso debemos atemorizamos. Los que han tenido que experimentar un poderoso terremoto, de más de 6,9 en la escala de Richter, nos dicen que la sensación que producen las sacudidas de la tierra bajo los pies, es aterradora. Uno se siente impotente, y no puede evitar caer al suelo. Pero nuestro salmo dice que no tendremos temor ni siquiera ante circunstancias así de angustiosas. Nada le causará temor al hijo de Dios.

¿Hay algún ejemplo que podamos usar que nos ayude a comprender? Sí; en Evangelio según 5. Mateo se nos cuenta que, en cierta ocasión, después que Jesús había pasado un día muy ocupado, enseñando a la gente y sanando a los enfermos, se sintió tan cansado que se durmió en el bote de unos pescadores. Mientras dormía, se desató en el lago una terrible tormenta. Los discípulos que le acompañaban estaban seguros que el barco se iba a hundir y todos perecerían. Asombrados veían que ¡Jesús seguía durmiendo, en medio de la violenta tempestad! Lo despertaron entonces, gritando más fuerte que el rugir del vendaval: “!Señor, sálvanos, que perecernos!” Entonces el Salvador les respondió: “¿Por que teméis. hombres de poca fe? Entonces, se levantó, reprendió al viento y al mar; y vino una completa calma” (S. Mateo 8:23-27).

Ninguno de los discípulos había desarrollado todavía la fe que Cristo tenía. Pero el Salvador nos ofrece concedernos esa clase de fe. Si aprendemos a no sentir temor en situaciones como ésa, no tendremos miedo de nada, porque sabremos que “!El Señor Todopoderoso está con nosotros!” (Salmos 46:11). !Ningún barco podría naufragar si Cristo estuviera a bordo! Y si naufragara, con Cristo a nuestro lado estaríamos a salvo.

Alguien podría pensar: “Han sucedido terribles desastres. y en ellos han muerto personas que rogaron a Dios que las salvara”. No, la Biblia no enseña que “perecer” es lo mismo que “morir”. El que cree en el Salvador y descansa en él, nunca perece; simplemente, se duerme hasta la mañana de la resurrección. El punto es que e! Salmo 46 es el mensaje de Dios en su Palabra que nos libra del temor, ése que aflige a la gente, los que “por temor a la muerte vivían corno esclavos toda su vida” (Hebreos 2:15).

El Salmo 46 habla de “la ciudad de Dios, la santa morada del Altísimo. Dios está en medio de ella, no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana” (vers. 4. 5). Esa “ciudad” no está en algún lugar sobre las nubes Es aquí, en este mundo, que Dios tiene una “ciudad”, a saber, su iglesia “Dios está en medio de ella, no será conmovida”.

La verdadera iglesia que es leal a Cristo, que cree en su verdad, que guarda los mandamientos de Dios (1todos ellos!), es una moderna “ciudad de refugio” para los temerosos y tentados. Es el “cuerpo de Cristo”, del cual él es “la cabeza”, “y cada uno de vosotros es parte de él” (1 Corintios 12:12, 27). Esto significa que no podemos ser “bautizados en Cristo” sin ser también “bautizados en un cuerpo”. esto es, en la iglesia. Ni siquiera nuestro dedo meñique puede vivir si se lo separa del cuerpo; necesita que circule por él la sangre, y que los nervios estén conectados. Todos nosotros necesitamos la comunión de nuestros hermanos y hermanas “en Cristo”, en su iglesia.

Al ver que el Salino 46 dice: “No será conmovida”, nos sentimos animados, corno cuando Jesús dice, en S. Mateo 16:18, “sobre esta Roca edificaré mi iglesia, y las puertas de la muerte no prevalecerán contra ella”. En todas las generaciones, Dios ha preservado a un pueblo que cree en su Palabra. Cuando Dios llamó a Abrahán a salir de su ciudad, Ur de los caldeos, le prometió, refiriéndose a aquellos de sus descendientes espirituales que creyeran como él había creído: “Por medio de ti [esto es, en su iglesia] serán benditas todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3).

Amigo, amiga de La Voz, puedes tener la seguridad de que en algún lugar de tu comunidad hay un grupo de creyentes cuyos corazones responden al mensaje de Dios para estos días finales. Te significará una gran bendición unirte a ellos para adorar a Dios. Ponte en contacto con La Voz de la Esperanza, y haznos saber tu deseo sincero de gozar de la compañía de otros que creen lo mismo que tú.

Finalmente, el Salmo 46 presenta ante nuestra mente esa feliz ocasión cuando el Señor haga “cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego” (vers. 9). Cuando Jesús vuelva en las nubes del cielo, conforme a su promesa. esta descripción se verá cumplida. El apóstol Juan nos asegura: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido. . Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘Ahora la morada de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos. Ellos serán su pueblo. Y Dios mismo estará con ellos, y será su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 2 1:1-4).

Y ahora, ¿qué podemos hacer nosotros? Volvamos al Salmo 46: “Estad quietos, y conoced que Yo Soy Dios. Exaltado seré entre las naciones”. ¡Si te quedas “quieto” y “conoces” eso, no podrás ser víctima del temor! Haz una pausa. Permite que tu palpitante corazón se aquiete: relaja tus nervios sobreexcitados; “conoce” que tu Padre celestial se encarga de ti; eres su hijo o hija. Entonces, podrás cantar por toda la eternidad el último versículo del Salmo 46: “Fortaleza mía, a ti cantaré, porque eres el Dios de mi refugio, mi amante Dios”.

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