jueves, 8 de enero de 2009

La sed del Hijo de Dios

La sed del Hijo de Dios

FUENTE LA VOZ DE LA ESPERANZA
Dar de beber a un sediento, no importa quién sea, es la más elemental de todas las cortesías. La razón es que es mucho más difícil. tanto para los hombres como para los animales, soportar la sed que el hambre. En tiempos de sequía en África, los animales salvajes corren grandes riesgos con tal de llegar adonde haya siquiera un poco de barro del cual extraer algo de humedad. Todas las criaturas del inundo necesitan agua para subsistir.

Pensemos ahora en Dios. ¿Habrá experimentado alguna vez sed nuestro Creador? Sabemos que, por lo menos el Hijo de Dios, sintió sed. En cierto día caluroso, durante un viaje de unos 120 kilómetros, Jesús pasó por la aldea de Sicar, en territorio de los samaritanos (que se consideraban enemigos de los judíos). Al mediodía descansó junto al pozo de Jacob. mientras los discípulos iban al mercado a comprar provisiones.

Jesús tenía sed, pero no tenía cómo sacar el agua del pozo. Podría haber dicho una palabra y los ángeles le habrían llevado de beber, pero las condiciones bajo las cuales operaba requerían que en ningún momento se aprovechara de poderes o facultades que los demás seres humanos no tuvieran a su alcance. Por eso Jesús se quedó allí, sediento, en espera de que alguien viniera a buscar agua y le diera de beber.

La segunda vez que, según el relato sagrado. Jesús sintió sed, fue cuando, moribundo, colgaba de la cruz. Había sufrido el dolor más terrible. tanto mental como físico, que un ser humano haya tenido jamás que soportar. El dolor físico era el que le provocaba la crucifixión en sí misma. Estaba calculada para prolongar tanto como fiera posible la agonía y el sufrimiento de la víctima y, además, exponer al desdichado a la humillación pública. Jesús fue obligado a padecer todo esto.

Cuando clavaron sus manos y pies a las vigas de madera de la cruz, algunas personas, en cuyas almas todavía anidaba un resto de piedad, le ofrecieron vino mezclado con una droga contra el dolor. Cierto historiador romano dice que así se acostumbraba en la ejecución de un criminal. Aparentemente, alguna sociedad benéfica de damas se sintió movida a hacer esto, como una expresión de compasión humana. Pero cuando le ofrecieron la bebida a Jesús, no la quiso tomar.

Para él, la tentación debe haber sido fortísima. Sabía que el dolor se haría sumamente intenso (y ya lo era). Hubiera sido tan refrescante tomar el vino y el sedante, y sumirse en el estupor de la droga. El Salvador estaba agotado después de haber pasado toda la noche sin dormir, y sometido a diversos malos tratos, además de la flagelación que dejó su espalda transformada en una masa de heridas sangrantes.

Pero Jesús todavía tenía una obra que hacer. Había llegado la hora más trascendental de la historia, y Jesús debía cumplir una tarea que nunca se había hecho antes. Debía expiar los pecados de todo el mundo. Y su sacrificio tenía que ser perfecto, sin ninguna mezcla de pecado. Por eso necesitaba mantener su mente clara, y todos sus sentidos tenían que mantenerse alerta de modo que no corriera el riesgo de cometer algún error, ya fuera por decir algo indebido o por tener algún mal pensamiento. La salvación de incontables millones de personas se hallaba en la balanza durante esa hora fatídica. Por eso Jesús resistió la poderosa tentación a beber de la poción estupefaciente que bondadosamente le ofrecían.

Aquí debemos hacer una pausa momentánea, y notar una importante razón para ser nosotros también temperantes en todas las cosas. El alcohol y las drogas nublan nuestra mente; también causa el mismo efecto el comer en exceso. Nuestro Salvador rehusó la bebida que habría confundido sus facultades mentales mientras combatía en la cruz por nuestra salvación. Y a nosotros nos toca mantener nuestras mentes claras para poder apreciar y comprender la gran victoria que él obtuvo en nuestro favor. Jesús nos ruega aún hoy, diciendo: “Mirad por vosotros mismos, que ‘vuestro corazón no se cargue de glotonería y embriaguez. . . y aquel día venga de repente sobre vosotros. Porque corno un lazo vendrá” (5. Lucas 21:34 NRV)

La siguiente mención que se hace de que Jesús tuviera sed, es cuando se hallaba próximo al fin de sus sufrimientos en la cruz. Acababa de soportar la terrible sensación de soledad al ser desamparado por su Padre. Había cargado con el peso imposible de los pecados de toda la humanidad. Había mantenido su mente despejada, y rechazado toda tentación de Satanás. Por fe se proyectó más allá de las tinieblas y ganó la gran victoria. Ahora se halla exhausto por el conflicto, y su cuerpo dama por algún alivio. Dice:
“Tengo sed” (S. Juan 19:2 8). ¡Cómo le hubiera gustado recibir un vaso de agua fresca de vertiente, lo que nosotros muchas veces gozamos sin pensar ni agradecer. Esta fue la quinta de las “siete palabras” que el Salvador pronunció desde la cruz.

Aquí encontramos una migaja de buenas nuevas acerca de alguien que decidió responder con bondad a la necesidad tan humana de Cristo. Desgraciadamente, no se trata de algún dirigente de la iglesia de entonces. Ninguno de ellos quiso prestarle ayuda al Cristo doliente. Su odio seguía tan terrible como siempre. Ni siquiera alguno de los once discípulos corrió a llevarle una bebida que mitigara su sed. Pero uno o más de los soldados paganos se compadecieron, viendo en él a otro ser humano que sufría. “Había allí una vasija llena de vinagre. Entonces empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña de hisopo, y se la acercaron a la boca” (vers. 29). Esta vez no habían mezclado ninguna droga.

Ahora el fin estaba muy cercano. Leemos que Jesús “tornó el vinagre”. Su obra había concluido; ahora podía descansar. Había experimentado en carne propia la sed torturadora de millones de personas que en muchos lugares del mundo deben caminar kilómetros hasta una vertiente o siquiera un pantano lodoso, para sacar algo de agua en un tiesto que luego llevan a casa apoyado sobre su cabeza. Todos los que tienen que buscar agua en esas condiciones deben recordar que Cristo los comprende muy bien. Y los que tenemos la suerte de obtener toda el agua que necesitamos con sólo abrir una llave, aprendamos a apreciar las bendiciones de que disfrutamos, y confesemos que si no fuera por el sacrificio que Cristo hizo por nosotros, no tendríamos nada.

No sabemos el nombre del soldado romano que le dio de beber a Cristo, pero pertenece a una categoría de personas que reciben una bendición por cada acto de bondad que realizan en favor de alguien que sufre. Jesús había dicho: “El que os dé un vaso de agua en mi Nombre, porque sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa” (S. Marcos 9:41, NRV). El soldado no podía ganarse la salvación por haber ofrecido un vaso de agua a Jesús; pero el haberlo hecho significaba que en su corazón había cierta ternura, a pesar del trabajo horrible que debía realizar.

Los dirigentes judíos que odiaban a Jesús y se burlaban de él mientras colgaba de su cruz, se sorprenderán en el día del juicio final al ver cómo ese soldado pagano recibe una rica recompensa por el acto de bondad que realizó en favor del Hijo de Dios. No sabemos si ya habría comenzado a creer en Jesús. Quizás oyó cuando su jefe, el centurión, confesó más tarde, diciendo: “IRealmente éste era el Hijo de Dios!” (S. Mateo 27:54). El que hizo esa confesión no fue un soldado. sino varios, porque se nos dice: “Temieron en gran manera, y dijeron: ‘¡Realmente éste era el Hijo de Dios!” Es para nosotros fuente de ánimo el creer que Jesús, en su hora final, no sólo ganó para su reino al ladrón arrepentido, sino también al centurión romano y por lo menos a uno más de sus soldados. Bien puede haber sido ése el que se compadeció del Salvador del mundo en su hora de mayor necesidad.

Y tú, amigo o amiga de La Voz, ¿le habrías dado a Jesús algo de beber mientras el Salvador colgaba de la cruz? ¿Te habrías adelantado, soportando las burlas de la turba, para apagar su sed mientras todos los demás lo maldecían y se reían de ti por tu acto de bondad? ¿Estás dispuesto hoy a demostrar tu lealtad a Jesús cuando parece que todos están en contra de ti?

El suceso que se desarrolló junto a la cruz fue el momento de la verdad para el mundo. Allí, junto al madero, nos hallamos todos reunidos. Es un suceso que trasciende el tiempo. Jesús nos habla a ti y a mí, ahora mismo: “A todo el que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré ante mi Padre que está en los cielos”. Y, tristemente, también debe añadir: “Pero al que me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos” (S. Mateo 10:32, 33).

Si viviéramos en algunas regiones de África, veríamos por todas partes mucha gente que anhela obtener algo del agua literal que nosotros a veces consideramos como algo sin importancia. Pero no importa dónde vivas ni quién seas. estás rodeado de gente que siente sed del agua de vida.

En cierta ocasión, Jesús asistió a una gran convocación en Jerusalén. Dice el relato que, el último día de la fiesta, el Salvador se puso de pie y exclamó de modo que todos lo pudieran oír: “~Si alguno tiene sed, venga a mi y beba!” Y luego hizo una promesa que confortará tu corazón para siempre: “El que cree en mí, ríos de agua viva brotarán de su corazón’. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él” (S. Juan 7:37-39). ¡Qué alegría siente Jesús de ser la Fuente de “agua viva” para todo el mundo sediento! Y ahora, tú y yo también estamos invitados a compartir ese mismo gozo con él, convirtiéndonos cada uno de nosotros en un pequeño pozo de agua viva, del cual la corriente bienhechora brote para refrescar la vida de nuestros semejantes.

Si tu propio corazón ha sido tocado, y crees, siempre tendrás algo refrescante que compartir, algo de esa preciosa “agua de vida”. La última página de la Biblia describe el gozo que tendrás al fin: “El que oiga, también diga: ‘¡Ven!’ Y el que tenga sed y quiera, venga y reciba el agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

Jesús se identifica con cada alma sedienta que haya cerca de nosotros. Es el mismo que todavía nos dice a ti y a mi en nombre de otros: “!Tengo sed!”

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